Un año después de la polémica exhumación de Franco, la que se vendió desde algunos sectores como una herida abierta parece que no supura. Los vecinos de El Pardo, que se temían una avalancha de visitantes al cementerio de Mingorrubio han comprobado con satisfacción que por allí solo pasan ciclistas y alguno de esos llamados nostálgicos. Estos, eso sí, dejan un recuerdo de su visita: banderas, cirios, imágenes de vírgenes o flores rojigualdas. Los más entregados, un solo de trompeta o un “Cara al sol” a viva voz. Poco más. Algo bueno tenía que tener la desmemoria colectiva. foto: el panteón de franco | efe