Paul Thomas Anderson retrata a caladas el final del sueño hippy

Paul Thomas Anderson retrata a caladas el final del sueño hippy
El director estadounidense Paul Thomas Anderson. EFE/Archivo

En "Inherent Vice", la última obra de Paul Thomas Anderson, más que la tensión, lo que se corta con cuchillo es una neblina de humo narcótico, que otorga el aire irreal y alucinatorio que el director pretendía impregnar a la película.

El insigne club de "fumados" de Hollywood tiene un nuevo socio: el detective privado Doc Sportello, que compone como siempre con solvencia Joaquin Phoenix y que sigue la senda de otros investigadores con querencia por el cigarrito cannábico, como el inolvidable Gran Lebowski de los hermanos Coen.

El ambiente narcotizado, la trama enrevesada y serpenteante, los diálogos chispeantes o la nostalgia por una era en vías de extinción son todos ellos elementos que se hallan en la novela original del escritor "maldito" Thomas Pynchon.

No por casualidad, se trata de la primera vez que el hermético autor estadounidense es llevado a la gran pantalla.

La confusión del protagonista, que ve desplomarse ante sus ojos el ideal hippy en la California de finales de la década de 1960, se aproxima en ocasiones a una experiencia casi física para el espectador del filme.

"Cuando era niño, tenía amigos con padres hippies que contaban historias de los sesenta. Eran muy pesados, yo no quería escucharlos. Pero mirando atrás, he llegado a comprender que su sensación de pérdida era genuina", explicó Anderson en una entrevista con medios internacionales, entre ellos Efe.

El genial director -autor, entre otras, de "Magnolia", "There Will Be Blood" o "The Master"- considera que aquello "es algo que todavía los obsesiona: tuvieron una oportunidad de cambiar el mundo y lo echaron a perder".

Es un mundo que se cae a pedazos, corroído por la droga, comprado por las grandes empresas y paranoico por las delaciones, en el que Sportello trata de socorrer a su ex Shasta (la poco conocida Katherine Waterston), mientras enlaza un "porro" tras otro.

"Está contado a través de los ojos de un 'fumado' que trata constantemente de digerir toda esa información", señala el director, que reconoce que él mismo nunca puede seguir las tramas de las películas, porque se pierde y se lía con los nombres.

En una entrevista con Efe, Phoenix recuerda su fortuna de contar con "el mejor guía" detrás de la cámara, y considera que el filme "tiene un 'feeling' poderoso, esa especie de nube que viene de la iluminación y de las interpretaciones".

Aunque Phoenix no vivió en primera persona aquellos años (nació en 1974), se siente muy interesado por el ambiente de desconfianza y traición que hizo desplomarse todos esos grandes sueños de hermandad y cambio.

"Había ese sentimiento de 'estamos todos juntos metidos en esto'. Pero entonces empiezan a delatarse los unos a los otros. De repente, un dulce chaval del sur de California se enfrenta a 20 años de prisión por vender algo de maría y empieza a denunciar a todos sus amigos", dice.

A partir de entonces, comienza a expandirse la paranoia entre la gente, que ya no sabe en quién confiar, "y eso es todo lo que querían esos chicos: sentir una conexión y formar parte de una familia o de un movimiento".

Como es habitual en las obras de Anderson, una pléyade de estrellas -que a menudo acceden a rebajar sus emolumentos para grabar con el director de moda- rodea a Phoenix en papeles a veces marginales: Josh Brolin, Owen Wilson, Reese Whitherspoon, Benicio del Toro o Martin Short, junto a la mujer del director, Maya Rudolph.

Regada por una cuidada banda sonora, que se hace presente desde los primeros compases con la hipnótica "Vitamin C" de la banda Can, "Inherent Vice", que se estrena mañana en España, aturde y entretiene con el retrato (en clave de humor) de una época extinta.

¿Dónde están hoy los hippies? Responde Phoenix: "Creo que todavía vemos sus remanentes. El movimiento medioambiental, las escuelas de salud alternativa... No creo que esté del todo muerto, todavía existe en algún sitio".

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