Alicia Sornosa suma a su cuenta 22.000 kilómetros hechos de Madrid a Tokio

Alicia Sornosa suma a su cuenta 22.000 kilómetros hechos de Madrid a Tokio
Fotografía facilitada por Alicia Sornosa en la que la aparece la propia periodista y motera, primera mujer española en dar la vuelta al mundo en motocicleta, que acaba de culminar en Japón su última aventura, un viaje en moto d

Alicia Sornosa, la primera española en dar la vuelta al mundo en moto, sumó a su cuenta kilométrica los 22.000 kilómetros recorridos en su último desafío, el que le llevó en 2014 desde Madrid a Tokio.

En el medio, Alicia, entre una de sus escalas, pasó por Ulan Bator, la capital de Mongolia, para intentar ayudar con las donaciones logradas en una rápida campaña a los niños de Nalajh, afectados por los "huesos de cristal", la enfermedad denominada (osteogénesis imperfecta).

Alicia, que confiesa estar afectada por el virus de los viajes en moto, relata para la Agencia Efe que desde que recorriera 76.000 kilómetros sobre su BMW F650GS y realizara la primera vuelta al mundo, histórica, por ser la primera mujer de habla hispana en hacerlo, ya son más de 100.000 anotados en sus diarios de viaje.

"Poco a poco mis viajes han ido tomando un carácter social, ya que me parece imprescindible llamar la atención sobre los más necesitados" y así en 2013 completaba un círculo en América del Sur, viajando por Bolivia y el norte de Argentina y Chile.

En 2014 el viaje ha ido más allá, hasta Tokio y dos motivos le movieron hacia el Este del continente Euro-Asiático, el Año Dual entre Japón y España (se cumplen 400 años de relaciones entre ambos países) y los niños de Nalajh, en Ulán Bator.

En agosto del pasado verano comenzaba a recaudar fondos para estos los pequeños mientras viajaba sobre la nueva BMW F700GS cedida por BMW Motorrad España y equipada por Touratech hacia el norte de Europa, visitando ciudades como Varsovia y cruzando la frontera en Lituania, destino a Moscú.

La siguiente etapa transcurrió hacia el sur, para cruzar Kazajistán y llegar de nuevo a Rusia, cruzando la República del Altai.

Este segundo país, de largas carreteras llenas de agujeros y de un denso tráfico pesado, sorprendía a Alicia por la cantidad de razas diferentes que lo habitan en perfecta armonía y más alegres que sus vecinos rusos, se interesaban por la procedencia de la matrícula de su montura.

De un país básicamente agricultor y ganadero, de enormes ciudades aunque muy separadas entre si, llegaba a la parte más dura del viaje: el desierto del Gobi, una basta extensión de tierra sin asfalto por la que rodaría durante cinco días, para llegar a Ulán Bator.

En la capital mongola y con más de 1.000 euros recaudados a través de su redes sociales, Alicia se dirigió a cumplir su misión, la de llevar la ayuda a los pequeños de Nalahj, el noveno barrio de ger (casas circulares) de la capital, necesitados de atención médica por la enfermedad de los "huesos de cristal", una mejor alimentación y educación escolar.

Alicia, gracias a la generosidad de muchas personas, llegó a tiempo de que a través de la organización La Otra Mirada, se construyera un tejado justo antes de la primera nevada del invierno. El dinero se invirtió también en la escolarización de dos niñas y medicamentos.

Cumplido el objetivo social, el viaje continuó hasta Chitá, a través de más de 1.500 km de carretera destrozada, en construcción o simplemente inexistente.

Khavarovks fue el punto de llegada: la gran ciudad del este ruso. Impresionada por la monumentalidad de esta ciudad de marcado estilo soviético a escasos kilómetros de la frontera con china decidí el "más difícil todavía": llegar al extremo este del país (Vanino) y entrar en Japón por la isla de Sakhalin.

En Vanino llegó una de las partes más complicadas del viaje, la de los billetes de ferri para viajar a la isla rusa de Sakhalin y desde allí a la isla japonesa de Hokkaido.

La isla de Hokkaido, relata Alicia, resultó ser una delicia para todos los sentidos: verdes montañas, volcanes forrados de una espesa vegetación, lluvias insistentes y unas carreteras perfectamente señalizadas (hasta dos grados de inclinación de las curvas) con unos trazados denominados Skyline de bellas vistas sobre el Mar de Japón. De nuevo en ferri desde Wakkanay hacia el sur, para llegar a Kioto.

Y allí, en una de las carreteras de perfecto asfaltado, se produjo la rotura del rodamiento trasero de la BMW que se saldó con varios días de retraso, para, finalmente llegar a Tokio.

Alicia Sornosa suma a su cuenta 22.000 kilómetros hechos de Madrid a Tokio

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