“Las únicas conexiones con la naturaleza son los perros y los parques, los gatos y los canarios”

“Las únicas conexiones con la naturaleza son los perros y los parques, los gatos y los canarios”
La novela de Guillermo Arriaga se agotó en México y España en doce días pedro puig

Guillermo mira a la calle y señala: “¿Cuántos de ellos sobrevivirían a una tormenta en el campo?” Los que cruzan Juan Flórez sin saber que son observados caminan como lemmings. Tienen la mirada perdida o puesta en la pantalla de un móvil. El guionista de “21 gramos” o “Amores perros” vuelve a arriesgar. Es un salvaje.

¿Por qué siempre hay perros en sus historias?
Porque me encantan y es el animal que más relaciones ha forjado con el ser humano. En la mitología lo guía hacia el destino final y cuando era niño pertenecía a un equipo de fútbol que se llamaba Canis. Todos teníamos uno.

En este caso, sirven para ver el lado salvaje de los humanos.
Sí, no perdamos de vista que somos animales y mientras más observas el mundo animal, más percibes nuestra animalidad.

¿En qué se ha convertido nuestra especie?
Creo que el mundo avanzó muy rápido. Demasiado. La gente dejó de vivir en el campo para venirse a la ciudad y ahora se mueve entre edificios y nuevas tecnologías. Las únicas conexiones con la naturaleza son los perros y los parques, los gatos y en algunos casos, los canarios. Vive en pisos, muy pendiente de lo que ocurre en su celular. Nos reblandecimos y de todos, pocos pueden sobrevivir ahí fuera ante un tiempo inclemente. Esta domesticación nos ha hecho más infelices y neuróticos. La gente ya no tiene ese deseo de tirar para adelante. No arriesga. A mi me preguntan qué dejé en mi vida para ser escritor y les digo que nada, triste el que lo dejó por vender seguros de vida.
¿Por qué desgració a la chica del cuento?
No tengo ni idea. A mi me tocó ver un accidente parecido y me pareció interesante poner a una mujer lisiada con profundas cicatrices.

En el libro, hace un paralelismo entre Amaruq, cazador, y Juan Guillermo, el protagonista, que es igual de cazador.
Todo surgió de la nada, pero Amaruq comparte con Juan Guillermo la soledad, el instinto por sobrevivir, la pelea y las relaciones con los canes. Fue una coincidencia. A veces estaba perdido y percibía viento por la ventana y le dedicaba un capítulo. O buscaba ritos como el vikingo que desconfía de las mujeres vírgenes. Así que metí a una promiscua. Los personajes me fueron contando la historia. Fue muy escaso mi control sobre el material.

Con esos incisos que le dan aire a la historia y esos juegos semánticos, ¿no puede ser peli nunca, no cree?
Es imposible hacerlo. Al menos profundamente. Los juegos tipográficos son una obsesión. Me pasé un año poniendo espacios y el tipo de la imprenta los juntó, le pareció que estaban separadas las palabras, pero parte de nuestro trabajo es arriesgar y que la gente diga “no resultó” a estar en una zona de confort. El libro se agotó en México y España a doce días de su salida. Hoy se reimprimirán aquí 4.500 más. La novela era de 1.200 páginas y después de reescribirla ocho veces quedó así.

¿Qué le pasó en la octava revisión?
Que me cansé, pero aún hoy sigo haciendo correcciones.

¿Es igual de obsesivo con lo demás?
Con las cosas que me obsesionan sí. No soy muy intenso, pero si quiero algo...

¿Su infancia también la pasó entre azoteas?
Sí, brincábamos los espacios entre las azoteas. Ahora lo veo y pienso: “cualquier error y te ibas para abajo”. Yo le tengo miedo a las alturas, pero lo hacía.

“Las únicas conexiones con la naturaleza son los perros y los parques, los gatos y los canarios”

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