El alcalde que da vueltas para aparcar

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  Crónica de Miguel Pampín

Carlos Negreira ha arrancado su mandato obsesionado por la austeridad. Preocupado por el ahorro como si de un peón caminero con esposa, hijos y ancianos a su cargo se tratase. Llega de puntillas, sin más revuelo que el de sus concejales –los de barrio y alguno más– que se van incorporando a la comitiva.
Desde su investidura, el alcalde de A Coruña viaja de acompañante en turismos particulares. Unas veces de algún compañero de corporación. Otras, las más, en el pequeño Toyota negro de su asesora de Prensa. Da las vueltas necesarias para aparcar y no lo hace hasta que encuentra plaza. La conductora pertenece a esa especie en vías de extinción que jamás deja el coche en doble fila. Y con el alcalde a su lado, menos.

Sin escolta > Visitar “la Sagrada” no es un reto sencillo. El barrio tiene una larga lista de quejas y un denso historial de vecinos –digamos– conflictivos. Pese a ello, Negreira lo recorre sin escolta, sin Policía Local, sin un titubeo cuando toca pararse.
Y sin rubor a la hora de identificarse. “Soy Carlos Negreira, el alcalde”. Se lo dice al de la ferretería, a uno de los beneficiarios de Renacer y al presidente del comité de barrio de Unión Coruñesa, que también se acerca a saludar. Camisa clara abierta, americana sport, pantalón vaquero amplio y mocasines marrones de ante. Extraño uniforme para un alcalde, pero justa indumentaria para quien ha salido de paseo. “Vamos, que tienes que cambiarte”, apura una colaboradora. Antes de subirse al coche, un último saludo a una vecina: “¿De verdad ese era el alcalde?”.


 

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