Toda una vida viviendo entre buitres

Toda una vida 
viviendo entre buitres
Manuel Aguilera, rodeado por cientos de buitres, que lo consideran “uno de los suyos” | Javier Cebollada (efe)

Lleva una vida, toda su vida, respirando entre buitres. De hecho, Manuel Aguilera es una de las pocas personas capaz de interactuar con ellos en absoluta libertad, una pasión que convirtió en modo de vida y que le llevó a impulsar proyectos de conservación de las aves necrófagas en varios lugares de África.
Con apenas diez años ya se escondía en el esqueleto de algún animal muerto para sentir la cercanía de los buitres durante una carroña, y hoy conduce a miles de turistas que, bajo muy estrictas normas de comportamiento, quieren experimentar el sobrecogimiento que causa sentirse rodeado por estas imponentes aves.
La instantánea nos muestra a un hombre enfundado en un chubasquero rojo (color sangre; el mismo que lleva utilizando desde hace décadas) rodeado por cientos de buitres que lo consideran uno de los suyos, a muchos de los cuales llama por su nombre, y que dependen, para bien y para mal, de la alimentación suplementaria que los “amigos del buitre” les proporcionan.
“Esta fue toda mi vida, y comprobar que estos espacios tan abiertos, tan bonitos, siguen igual que hace décadas para mí tiene un valor incalculable”, señala Manuel Aguilera, minutos después de asistir al espectáculo natural que protagonizan estas aves, una ceremonia completamente condicionada por su presencia. No esconde Manuel Aguilera, que preside el Fondo de Amigos del Buitre, el sabor agridulce que le genera tener que alimentar de una forma artificial a los buitres, pero comprende y argumenta que tiene que ser así como consecuencia del abandono del mundo rural y de las prácticas ganaderas más tradicionales.
Muchos de los viejos muladares donde se abandonaban los animales muertos que servían de sustento alimenticio a los buitres fueron sellados durante las últimas décadas y con ello taponada también una de las prácticas rurales que más favorecía a estas aves. Desde el fondo que preside, Aguilera entiende y justifica que muchos de esos muladares se hayan cerrado por razones sanitarias y de higiene, pero reclama una mayor flexibilidad para que esos “comederos” persistan en otros espacios naturales y garantizar así el mantenimiento de poblaciones sanas y estables de buitres.
Porque pueden ser una solución “eficaz” para que los ganaderos se puedan deshacer de los animales muertos, y sobre todo porque estas aves son un recurso natural y como tal una fuente de riqueza que cada año van a convertirse en reclamo para miles de personas. Él ya lo comprobó, como propietario de una casa rural en las inmediaciones del Parque Natural de Sierra y Cañones de Guara (Huesca) y como guía ornitológico, y sus cifras revelan que por el muladar de Santa Cilia de Panzano pasan cada año unas 4.000 personas. l

Toda una vida viviendo entre buitres

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