La retratista de sueños se encarama a la “nostalgia” en la galería Vilaseco

La retratista de  sueños se encarama a la “nostalgia” en la galería Vilaseco
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Mayte Vieta trabaja con bocetos. Apunta lo que le dicen los sueños en libretas y maquina los escenarios. En parte lo hace porque es madre y artista y como la inspiración no avisa, coge todo lo que tiene a mano. Después lo mastica hasta el punto de que su fotografía no solo está pensada compositivamente. También piensa el momento y la luz para que diga una cosa y no la otra. 
Hoy sus instantáneas hablan de “Nostalgia” en la galería Vilaseco. Responden a distintas series como “Irrepetible”, que expuso en Barcelona, quizá su muestra más íntima. Sin embargo, aunque cuenta sus sensaciones y la época en la que se enfrenta tras una pérdida importante, deja abierto el final para que cada uno “escriba” el último punto. 
Para eso, se sirve de la naturaleza. Es su idioma y en la naturaleza busca palabras. En Suiza, encuentra la paz sobre un firmamento estrellado con una casa apartada, en un punto remoto, y en un estanque vecino, dos barcas enfrentadas simbolizan la espera: “Algunas son aparentemente bonitas y en el fondo no lo son”. 
A Vieta le gusta contraponer la vida a la muerte, “en una lucha de contrarios”. De ahí, salen otras criaturas que enmarca en “Tan lejos, tan cerca”. Empareja la felicidad con la tristeza porque, en realidad, son inseparables y provoca un duelo en pleno invierno. En esa instantánea, la del invierno, Mayte representa la falta de algo o alguien con un árbol, de eso “que vas por el campo, notas el viento y la luz y te recuerda”. 
Para darle al clic, la fotógrafa espera a la última ráfaga del día cuando parece que el escenario se apaga y de repente regala un halo final. 
Ella lo retrata y para mostrárselo al ojo ajeno, se cuida mucho de la iluminación y el espacio. En Vilaseco, la catalana está encantada porque el suelo de madera y las paredes blancas acentúan los matices. Sus balancines de “Bambi” van más directos aún a la infancia: “Es una mezcla de juguete y de que no avanzas y no llegas a ninguna parte”. 
Si tiene que escoger una luz, acude al mes de octubre. De la primavera elige el atardecer y le horripila la luz que desprende el verano, pero no le queda más remedio si por ejemplo su mente le conduce a unas montañas suizas peladas y sin nieve. Muchas de sus instantáneas son sueños en papel. También las esculturas: “Pienso qué tipo de técnica y empiezo a investigar”. 

Fotos íntimas
En un último apartado, aparece su hijo. Solo y con la abuela. Vieta sigue revelando su vida en imágenes. Son momentos “irrepetibles” que responden a secuencias que no se acaban. Es la vida de su pequeño, en definitiva, que va creciendo con el objetivo. Mayte va guardando las fotos hasta que un día le piden un sitio en la historia que quiere contar.
En este aspecto, tiene las ideas claras y tampoco le gusta repetirse. Lo que se podrá ver hasta el 26 de mayo incluye un homenaje a su madre en forma de alga, que es el ensamblaje de ocho distintas recubiertas de cobre: “Les tuve que dar forma a la base como una especie de flor, única y que no se puede repetir”. 
Destaca todo el proceso artístico y se siente especialmente contenta por haberlo logrado cuando muchos no creían que lo conseguiría: “Ha sido muy enriquecedor”, afirma.  
La escultura tiene su versión en fotografía y el alga aparece sobre un fondo de aluminio. Si uno pasa la mano por encima, puede apreciar su textura. Vieta no descarta plasmar sus sueños haciendo uso de los horizontes gallegos. Perderse por la Ribeira Sacra y sentir la naturaleza. 
A su lado es donde mejor está. Con la cámara preparada esperando el momento exacto. A veces incluso se arriesga y dispara solo una vez. Casi nunca falla y el sueño aparece reflejado en pantalla. Mayte se pelea con las tonalidades, el espacio y cuando lo tiene todo, sonríe. l

La retratista de sueños se encarama a la “nostalgia” en la galería Vilaseco

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