Joaquín Rodrigo, el músico que hizo de su "vaso pequeño" una gran vida

Pilar Martín.

Madrid, 8 nov (EFE).- Aquel que dijo, "Mi vaso es pequeño, pero es mi vaso", y el que asumió su ceguera como la vía que le acercó a la música, es el compositor Joaquín Rodrigo, al que su única hija, Cecilia, quiere recordar al celebrarse mañana el 75 aniversario del estreno de su célebre "Concierto de Aranjuez".

"Encima daba las gracias", confiesa a Efe Cecilia Rodrigo sobre esa manera de aceptar la discapacidad que tuvo su padre, una "manera de vivir" de la que le estaba agradecido, pese a que desde los tres años se quedó sin vista a consecuencia de una difteria.

Y fue más o menos con esa edad cuando a Cecilia le cosían "cascabelitos" en el traje para que su padre (Sagunto, Valencia, 1901 - Madrid, 1999) supiera en todo momento donde estaba. Aunque entonces ella, según cuenta, no era consciente de quién era ese hombre que "siempre" tenía tiempo para la familia, pese a "trabajar todo el día".

Pero esta niña fue creciendo y empezó a darse cuenta de que, detrás de ese hombre "familiar", estaba el gran compositor Joaquín Rodrigo y, junto a él, la pianista turca Victoria Kamhi, la esposa que le ayudó a que su libertad fuera infinita y que su ceguera, cosa de otros, no de él.

Así se puede comprobar en los vídeos que Cecilia muestra allá donde viaja para que el nombre de su padre sea más conocido, o en las visitas de colegios que recibe en la casa madrileña de la familia, convertida en la Fundación Victoria y Joaquín Rodrigo.

En esas grabaciones se descubre cómo componía, algo que, según Cecilia, "nadie sabía": "Él dictaba al copista nota por nota (previamente, las había escrito en braille), como si se dictara una novela de 1.000 páginas letra por letra, con sus tildes y sus comas, ¿te imaginas?"

"Hay una escena grabada de un momento de la composición del 'Concierto para una fiesta', una pieza que se la encargaron en Texas unos multimillonarios -relata-. Ahí se ve cómo tarda cuatro minutos en dictar el primer compás, y la pieza tiene más de 500 compases que dan lugar a un concierto de media hora".

Pero esto no acababa ahí, porque, una vez que la composición estaba plasmada en el pentagrama, le tocaba el turno a su esposa. Y ella, como recuerda su hija, "se ponía al piano" para que él corrigiera lo escrito por el copista.

En el relato de Cecilia Rodrigo, cargado siempre de emoción, también está muy presente la historia de amor de sus padres, ya que en su relación también hubo sombras, muchas "penalidades" que han llegado al presente guardadas en un "baulito", que Cecilia, entre risas, califica de "¡horrible!".

"Está aquí (en el salón de la casa-fundación), porque es donde venía el escaso equipaje con el que llegaron a España el 3 de septiembre de 1939, cuando cruzaron la frontera, dos días después del estallido de la II Guerra Mundial. Y fíjate, si no hubieran cruzado, mi madre lo hubiera pasado mal siendo judía, ya que vivían en Alemania", expresa.

Eso sí, en esa especie de caja fuerte venía algo más, la obra que lo encumbraría, la partitura del "Concierto de Aranjuez", pieza que compuso en la primavera de 1939 en París.

Un concierto que se estrenó "en unas condiciones muy precarias" el 9 de noviembre de 1940, en el Palau de la Música Catalana de Barcelona: "No había orquesta que quisiera tocar un concierto con guitarra y orquesta, porque no se había escrito nada igual hasta ese momento".

Finalmente, lo hizo la Orquesta Filarmónica de Barcelona y mañana, 75 años después, sonará por todo el mundo la composición de este hombre que con 90 años aún recordaba la "primera nota que compuso". EFE

pmv/ram

(Recursos de archivo en www.lafototeca.com. Cód: 3479597 y otros)

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