El Opus Dei muestra su “músculo” en la beatificación de Álvaro del Portillo

El Opus Dei muestra su “músculo” en la beatificación de Álvaro del Portillo
Miles de fieles siguen los actos de betificación EFE/Paco Campos

Jóvenes, mayores, familias con niños llegados desde lugares tan lejanos como Nueva Zelanda o Japón celebraron ayer  en Madrid, en un ambiente festivo y espiritual, la beatificación de Álvaro del Portillo, colaborador y primer sucesor de san Josemaría Escrivá al frente del Opus Dei.
Del Portillo, ingeniero, sacerdote, obispo y prelado del Opus Dei, fue uno de los protagonistas del Concilio Vaticano II, como impulsor del papel de los laicos en la iglesia y de la identidad del sacerdote en la sociedad actual.
Una familia colombiana acudió a la celebración inspirada por la humildad, el trabajo y el amor a Dios que les trasladó Del Portillo, mientras que un voluntario sevillano aseguró que llgeó movido por el espíritu de trabajo que aprendió de Del Portillo.
Por su parte, un empresario madrileño afirmó que se siente identificado con la idea defendida por el sacerdote de que se puede ser santo trabajando, en tanto que una joven familia también de Madrid, miembros del Opus Dei, asistió a la beatificación como forma de agradecimiento por “las enseñanzas” que les ha transmitido el beato.
A primera hora de la mañana, el recinto preparado para la ocasión en el barrio madrileño de Valdebebas empezó a llenarse de fieles venidos de 80 países de los cinco continentes, hasta superar las 200.000 personas durante la celebración eucarística.
La presidió el cardenal Angelo Amato, delegado del papa y concelebraron el arzobispo emérito de Madrid, Antonio María Rouco Varela, y el obispo prelado del Opus Dei, Javier Echevarría.
La mayoría de los participantes llegaron a Valdebebas en autobuses, por lo que se había previsto un parking para 1.200 vehículos que hubo que ampliar hasta 1.700 plazas.
En una superficie de 195.000 metros cuadrados sin edificios construidos, 3.500 voluntarios, chicos y chicas jóvenes, colaboraron con la organización del acto para atender a los asistentes, facilitar la movilidad y el desarrollo de la ceremonia.
Asimismo, 1.200 sacerdotes, que impartieron la comunión, hicieron posible que, a pesar de esta multitudinaria participación, el evento se celebrara de forma organizada y tranquila.
Había 80 confesionarios repartidos por todo el recinto donde los asistentes podían confesarse en diferentes lenguas, las mismas en las que también oraron durante la ceremonia: español, francés, portugués, alemán, japonés, chino y polaco. La celebración fue interrumpida en múltiples ocasiones por los aplausos de los asistentes, que recibieron con alegría las palabras del papa Francisco que envió un mensaje desde el Vaticano de reconocimiento a la figura del nuevo beato.

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