Sangre, sudor y lágrimas

Sangre, sudor y lágrimas
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Cuando estás en casa de un amigo o de un conocido tienes que amoldarte a sus costumbres. “Quítate los zapatos al entrar”, “no vayas a ese baño”, “siéntate aquí que ese es mi sitio”, “deja el abrigo en esa habitación”... Y así podríamos estar media hora. Cada persona tiene sus manías. Mi casa, mis reglas. En esa rutina vivía el Silva (casi) cada vez que jugaba en A Grela. Los rivales acababan jugando a lo que el Silva quería. Fútbol directo, segundas jugadas, ritmo alto y ni un segundo de pausa. Su casa, sus reglas. Así consiguió ser el mejor local en varias fases de la temporada. Pues bien, ayer el Boiro supo sacudirse el empuje de los coruñeses en la primera mitad y se jugó a lo que quiso el cuadro visitante. Balón en campo contrario, cierta calma con el esférico, vigilancias defensivas férreas y presión a los lanzadores de contragolpes. Eso sí, en la segunda parte le tocó sufrir para mantener la victoria.
El gol de Tubo, a los diez minutos de juego, le dio al Boiro más tranquilidad para elaborar su juego. Rubén Rivera, un dolor de muelas para los defensas locales durante todo el partido, controló el balón cerca del flanco izquierdo, levantó la cabeza y vio a Tubo pegado a la banda derecha. El pase en profundidad fue medido y cogió a Cardelle despistado. El lateral izquierdo quiso dejar a Tubo en fuera de juego pero dio el paso hacia adelante un segundo tarde y ese fue su final. Tubo encaró a Guillermo y definió con sangre fría con un tiro cruzado.
El Silva a remolque no es el mismo Silva. Se ve obligado a dar un paso al frente, deja más espacios a la espalda y las posibilidades de robo y contragolpe disminuyen porque el rival ya no arriesga tanto. A partir del tanto, el Boiro gozó de los mejores minutos. Rivera lo peleaba todo, Tubo daba amplitud en banda derecha, Romay y Yahvé aparecían a la espalda de la primera línea de presión del Silva y el entramado defensivo del Boiro no sufría. Sin embargo, no hubo ocasiones de peligro real en el resto del primer acto. Dos disparos fuera de Pillado y Cano por parte del Boiro y un tiro desviado de Pereira por parte del Silva.
Tras el paso por vestuarios, el guión fue cambiando poco a poco. El Boiro se acercó a la portería de Guillermo en un par de ocasiones (un despeje-centro de Carlos Gómez que casi se cuela en el marco de Guillermo y un chut de Rivera al lateral de la red), pero el Silva se fue asentando en campo contrario. En esos compases del encuentro, Marcos Gómez y Callón avisaron pero sus remates fueron deficientes. También la tuvo Rubén Rivera en el área contraria. La mejor del partido. Pero Guillermo le ganó la partida en el mano a mano. Un gol que le habría ahorrado al Boiro el sufrimiento posterior.
Lemos dio entrada a al central Javi Barrio (su debut con el Boiro y su reaparición tras ocho meses de lesión) y subió a Sidibé al centro del campo. A partir de ahí, bombardeo del Silva. Jugada por banda, centro al área. Falta lateral, centro al área. Córner, centro al área (obvio). Falta en el centro del campo, centro al área. El Silva metió más balones a la olla en 20 minutos que en todo el partido. Y así olió el empate. Primero, Miguel Muñoz pudo marcar pero no encontró el momento de disparar en un barullo cerca del arco del Boiro. Poco después, Marcos Gómez se encontró con Reguero, que achicó el espacio jugándose el tipo, para desbaratar una de las últimas ocasiones herculinas. De hecho, Reguero disputó los últimos minutos con los ligamentos dañados debido a esa acción y llegó al vestuario llorando. Lo dicho, sangre, sudor y lágrimas en un triunfo meritorio del Boiro.

Sangre, sudor y lágrimas

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