La lucha contra el Covid en las Fuerzas Armadas: del horror a las miradas de emoción

La lucha contra  el Covid en las Fuerzas Armadas: del horror a las miradas de emoción
Dos militares trabajan en la desinfección de un hospital en los primeros días de la operación “Balmis” | aec

15 de marzo de 2020. La ministra de Defensa, Margarita Robles, firma la Instrucción que marca la directrices para que las Fuerzas Armadas salgan a la calle a luchar contra el coronavirus. Ese mismo día ya recorren algunas ciudades más de 300 efectivos de la Unidad Militar de Emergencias (UME) para hacer los primeros reconocimientos, pero durante los siguientes tres meses serán miles los militares de todos los Ejércitos y la Armada los que contribuyan al mayor despliegue militar en tiempos de paz.

La cabo del Ejército del Aire Fuensanta López relató las emociones que experimenta cada día cuando se sienta al teléfono para trabajar en los rastreos de la operación “Baluarte”. Desde el mes de septiembre, López aparcó su habitual trabajo de comunicación en la Escuela Militar de Paracaidismo “Méndez Parada”, en la base de Alcantarilla (Murcia), para hacer seguimiento de los positivos y sus contactos estrechos.

Para las tareas de rastreo los militares han recibido formación en muchas disciplinas, pero una de las más importantes es la psicológica. “La gente te deja entrar en su casa y necesita compañía para el confinamiento”, explica la cabo del Ejército del Aire, que asegura haber encontrado una respuesta extraordinaria del 99% de personas con las que contactó. “A veces llamas y te coge el hijo del infectado, te dice que su padre está agonizando pero aún así quiere colaborar”, reconoce emocionada.

También hay momentos felices. Fuensanta López nunca olvidará a una joven embarazada que dio positivo por Covid-19. Estuvo hablando con ella cada dos o tres días durante semanas hasta la última llamada, cuando iba ya en el coche camino del hospital para dar a luz.

 

Ojos de agradecimiento

Más amarga en algunos casos fue la experiencia de los militares que participaron en la desinfección de residencias, donde encontraron casos dramáticos de personas mal atendidas o centros en los que el virus había hecho estragos. El capitán del Ejército de Tierra Alfonso Fariña se queda sin embargo con el agradecimiento de muchos directores de centros, su personal y las personas mayores allí alojadas cuando los veían aparecer ataviados para combatir el virus.

El capitán Fariña está al frente de la Compañía NBQ de la Brigada “Guadarrama” XII del Ejército de Tierra, una de las elegidas para esta tarea por el grado de especialización de sus integrantes. Habitualmente, estos militares se preparan para hacer frente a un ataque nuclear, químico o biológico, tanto dentro del país como en las misiones internacionales en las que participa España; pero en esta ocasión salieron día a día a la calle para intentar frenar la expansión del coronavirus.

La lucha contra el coronavirus obligó a los militares a realizar tareas nuevas, pero su preparación en las Fuerzas Armadas aseguran que ha sido básica para poder afrontar estas labores desde el primer día.

Una de las responsabilidades más duras que tuvieron que asumir fue el traslado de fallecidos a las morgues provisionales habilitadas por la Comunidad de Madrid ante el colapso de los crematorios, así como el de pacientes entre hospitales debido a la saturación de algunos centros durante los peores días de marzo y abril.

El teniente Carlos Crespo había participado antes con la UME en emergencias, pero esta fue una responsabilidad “totalmente nueva” que tuvo que asumir junto a sus compañeros. De ello se queda con un balance “muy positivo”, orgulloso de sentirse como “una gota de agua” que ha contribuido a combatir el virus.

Una de las labores más exigentes para él fue el traslado de pacientes. Los más graves eran llevados de un centro hospitalario a otro, mientras que los leves eran trasladados al hospital instalado en Ifema, siempre acompañados por un médico.

De esta experiencia el teniente Crespo guarda en su memoria “mil anécdotas”, pero la sensación que más recuerda es el agradecimiento de los enfermos al sentir el “calor humano”.

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