Edurne Pasaban: “Hay que concienciarse de que es una pandemia letal”

Edurne Pasaban: “Hay que concienciarse de que es una pandemia letal”
Foto de archivo La montañera Edurne Pasabán a su llegada al aeropuerto de Madrid-Barajas tras intentar sin éxito alcanzar la cima del Everest sin oxígeno | efe

Fue la primera mujer en hollar los catorce picos más altos del planeta, un hito del que ahora se cumplen diez años y tras el que, cargada de experiencia en descensos peligrosos, Edurne Pasaban, pide “no relajarse” en la desescalada del Covid-19, tras superar la cumbre de “la curva de contagios”. 

Totalmente concienciada en la lucha contra la pandemia, la alpinista vasca compara la coyuntura actual con la “muy dura” situación que le tocó vivir en el año 2009 en el monte Kachenjunga, cuando a 7.400 metros de altitud sufrió un desfallecimiento y tuvo que ser rescatada por sus compañeros. 

“Estábamos en la recta final, creíamos que ya sabíamos hacerlo todo, pero tuve un exceso de confianza. Pensábamos que, como ya habíamos hecho un montón de expediciones, sabíamos todo y de repente, en una bajada como ésta, te relajas, crees que ya está y te pilla el toro”, recuerda aleccionada la montañera. 

No hay que fiarse
“Es un poco lo que vivimos ahora con el Covid-19: estamos cansados de la situación; ya son muchas semanas; tenemos ganas de que se termine; de ver a nuestra gente y de ir a tomar algo, y ahí te relajas, porque crees que ya está y que ya lo has conseguido, sin darte cuenta de que realmente la subida a una montaña se acaba con el regreso al campamento base y no con el ascenso a la cumbre”, recalca antes de animar a la gente a “ser responsable” en la desescalada particular de cada uno. 

Una década después de conseguir su hazaña, admite ser consciente del “hito” que supuso convertirse en la primera mujer en subir a las catorce montañas más altas del mundo. Una etapa que se ha dado cuenta de que echa “mucho de menos” durante la preparación de la charla digital con la que, el próximo domingo, celebrará este aniversario junto a antiguos compañeros como Asier Izagirre, Álex Txikon, Juanito Oiarzabal, y Sebastián Álvaro, creador del programa “Al filo de lo imposible”, entre otros. 

Desde la distancia del tiempo, Pasaban contextualiza su carrera por ser la primera mujer en hacer los catorce ochomiles con la coreana Miss Oh (que finalmente no pudo acreditar haberlos coronado todos) en una competencia entre ambas “creada por los medios”, si bien admite que ella misma en cierto modo contribuyó a ello porque también quería ser la primera en subirlos. 

“Al final -rememora-, un deporte es competición y la única competición que se podía crear en este caso era ver quién iba a ser la primera y es normal que se generara esta situación”. 

Con la perspectiva de los años, la alpinista se siente reconocida por sus logros tanto en nuestro país como en el extranjero, donde le llaman para distintos proyectos como el documental en el que está participando actualmente con una productora alemana. 

Sin embargo, una de las cosas que aún más le pone “la carne de gallina” son las llamadas y cartas que recibe de niños “de cualquier parte de España”, que aún no habían nacido o eran muy pequeños hace diez años y que hacen trabajos sobre ella y “se interesan” por lo que hizo. 

“Es algo que me flipa un montón”, “me produce mucha satisfacción que lo hagan”, en general todos: chicos y chicas, pero que lo hagan las niñas “me gusta mucho”, asegura Pasaban, quien sostiene que aunque en asuntos de igualdad “creemos que hemos avanzado mucho”, en su opinión, “aún hay mucho camino para recorrer”. 

La gesta complicada
Una reflexión que le retrotrae al año 2004, cuando ascendió el K-2, su séptimo ochomil y, a su juicio, el más “complicado”. “Yo estaba haciéndome un espacio en un mundo bastante masculino, estaba viendo un poco dónde me situaba y creo que, con la cumbre del K-2, me gané ese puesto, pude posicionarme ahí y, sobre todo, gané en confianza en mí misma”. 

“Al final no es solamente el que te hagas un hueco, sino que también tú te tienes que creer que eres merecedora de estar ahí. Eso lo hace la confianza en una misma y con el K-2 yo conseguí eso”, subraya la alpinista, agradecida no obstante a todos sus compañeros que la “aceptaron”, se lo pusieron “relativamente fácil” y le hicieron sentirse “una más” de la cordada. 

No oculta en cualquier caso que la montaña también tiene una “cara oscura” en la que ha perdido “a muy buenos amigos” y que en 2006 le llevó a caer en “una depresión muy grande”, al ver que con 31 años llevaba un tipo de vida que iba “un poco en contra” de lo que su “entorno” quería y en un contexto en el que sus amigas empezaban a casarse y tener hijos, algo que a ella en ese momento le quedaba “muy lejos”. 

Contar su historia y hacerla pública le ayudó a salir de esa situación, además de servir como apoyo a otras personas.

Edurne Pasaban: “Hay que concienciarse de que es una pandemia letal”

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