Francisco Sosa | “La Universidad está dejada de la mano de la divinidad y eso se nota”

Francisco Sosa | “La Universidad está dejada de la mano de la divinidad y eso se nota”
El catedrático visitó la feria para hablar de “Memorias dialogadas” | pedro puig

La cuadragésimo séptima Feira do Libro acogió ayer la presentación de “Memorias Dialogadas”, donde José Lazaro, editor de Deliberar, acude a la pregunta respuesta para recorrer la vida de Francisco Sosa Wagner. Sin embargo, cuenta el entrevistado que a los signos de interrogación, el entrevistador le añade reflexión que viene del conocimiento sobre el que se sienta enfrente, que fue jurista, catedrático, escritor y político, ocupando cargos en el Ministerio de Administraciones Públicas y más tarde, en el Parlamento Europeo como diputado por UPyD. 
Ayer, el exalcalde Francisco Vázquez hizo también su reseña particular acerca de Sosa, que paseó por su vida y las facetas que la poblaron para tejer entre los dos una especie de relato: “Nací en el Marruecos español, ya solo por eso tuve de niño la experiencia de jugar con judíos y mahometanos. Eso te hace ver la vida de otra forma”. En su periplo como político, recuerda que participó en procesos clave como crear las competencias de las comunidades autónomas para llegar a un escenario como el de Bruselas, “donde se cuecen las cosas importantes y todo eso es muy interesante para un profesor de derecho público porque me permitió ver las entrañas del funcionamiento de las instituciones europeas”, algo como muy poco conocido para el resto del continente porque “aunque los trabajadores se reúnen todos los meses en Estrasburgo, los periódicos apenas lo recogen”. 
Quizá por eso, la mayoría de las decisiones que se votan pasan de largo y se duda de su eficacia, “todo pasa por Bruselas, pero es muy difícil tomar acuerdos cuando son 26 estados, con 23 lenguas distintas. Es un trabajo inmenso”. 
Por otro lado, se da la circunstancia de que formulador de preguntas y entrevistado vienen de mundos muy diferentes: “Eso hace que el diálogo sea más rico porque él es médico, nada que ver con mi formación intelectual”. 
El libro le obligó a Sosa Wagner a recordar muchas cosas del pasado, a emitir juicios sobre personas y acontecimientos de un periplo “apreciablemente rico”, donde desempeñó entre otros, el oficio de profesor, el favorito de su currículo porque “mil veces que naciese, mil veces querría intentar ser catedrático universitario porque pocas profesiones son tan libres”. 
Dice el catedrático que da más alas que a los que tienen muchos millones en el banco por la simple razón de que “dudo que la sepan apreciar porque están preocupados en mantener ese dinero”. Ser docente le permitió dedicarse a otras cosas, “siendo un señor normal, de la burguesía media”. No pudo tener una vida tan libre, asegura, pero en los demás “aprendí mucho, fue un complemento importante”, igual que a darle forma a las historias, que le dio, entre otros reconocimientos, el premio Miguel Delibes por la novela “Es indiferente llamarse Ernesto”. 
Nunca dejó de escribir porque está convencido de lo que hace y cree que uno no se anquilosa si tiene algo nuevo que hacer. Él lo busca y a punto está de publicar un nuevo libro sobre la Universidad, mientras investiga la historia del siglo XIX en Alemania: “Soy un germanófilo” y como tal da rienda suelta a lo que maneja su mente. De la institución que pisó durante tantos años, escribe con picaresca, “está dejada de la mano de la divinidad y eso se nota. Ahora que el nuevo ministro anunció una nueva ley, menos mal que no tienen la mayoría para hacerlo...”. 
Y continúa ensanchando el disco duro con más información. l

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