El hombre que arrojó ácido a la cara de un vecino asegura que solo fue un accidente

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  abel peña >a coruña

  Tras dos años preso, J.L.M. de 78 años, salió ayer de la cárcel de Teixeiro donde  permanece en prisión preventiva para acudir a la Audiencia Provincial, donde se le juzgó por un delito de amenazas y de lesiones con agravantes: el 5 de diciembre de 2009, el acusado habría arrojado a la cara de uno de sus vecinos el contenido de un bote que contenía ácido, produciéndole graves lesiones en la cabeza, el cuello y el vientre.  Su interrogatorio tuvo que sortear las barreras de la sordera y de las lagunas en la memoria del acusado, para conseguir que explicara que todo había sido “un accidente” provocado por una agresión.
Ya desde el principio costó incluso que el procesado se declarara culpable o inocente (aunque, finalmente, se decidió por esta última opción). Los detalles que aportó ante las insistentes preguntas de la Fiscalía fueron vagos e incluso contradictorios cuando relató la historia de años de desencuentros, discusiones y demandas. Sus vecinos aseguraban que ensuciaba el rellano, que esparcía aceite sobre los escalones, que pegaba carteles con amenazas...
El anciano negó casi todo –“no soy Quevedo para andar escribiendo versos”, dijo sobre los mensajes– para después relatar ese día de diciembre cuando, después de volver de un juicio, arrojó el ácido a uno de los residentes que habían testificado contra él. Según el acusado, fue un accidente: estaba limpiando una mancha de aceite con el ácido cuando le propinaron un repentino golpe en la cabeza y al caer, agitó el bote, cuyo contenido salpicó a la víctima, causando las abrasiones.  
Los habitantes del edificio de Capitán Troncoso fueron más coherentes al declarar y retrataron a una persona hostil, enfrentada con todos, que aprovechaba que vivía en el último piso para orinar y arrojar aceite por el hueco de la escalera. Cuando le llegó el turno a la víctima, un hombre de 40 años, antiguo técnico de iluminación, se situó en el estrado con la cabeza cubierta por un gorro que el juez le ordenó quitarse por respeto sólo para pedirle que se lo volviera a poner en cuanto se reveló la gravedad de sus heridas: el lado izquierdo de su cráneo estaba pelado y cubierto por una gasa, puesto que se está sometiendo a periódicas operaciones para volver a cubrir el hueso con cuero cabelludo, que el ácido había devorado.
El herido relató lo ocurrido tras volver del tribunal donde había declarado: “Yo subía las escaleras y Juan estaba en el descansillo, de cara a mí. Sin decirme nada me arrojó el contenido del bote. Le grité ‘Juan ¿Qué haces?’ y entonces empecé a quemarme”.  
Corrió escaleras abajo mientras se quitaba la ropa que se consumía y en la calle se encontró con sus vecinos, que alertaron a las autoridades mientras lo tumbaban sobre la mesa de un restaurante cercano. Así esperó la llegada de la ambulancia.


 

El hombre que arrojó ácido a la cara de un vecino asegura que solo fue un accidente

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