"La cuarta señal", un mundo virtual con "miles de oportunidades" para Somoza

"La cuarta señal", un mundo virtual con "miles de oportunidades" para Somoza
El escritor José Carlos Somoza. EFE/Archivo

José Carlos Somoza se adentra en su última novela, "La cuarta señal", en Órgano, un programa informático que permite a los seres humanos conectarse a un universo virtual a través de un avatar, un mundo "difícil de rechazar" que ofrece "no una segunda oportunidad, sino miles de oportunidades".

En pleno siglo XXI, el mundo virtual de Órgano, al que están conectadas la mayoría de las personas de la novela, prácticamente ha sustituido al mundo real, un cosmos al que la protagonista de la accederá reticente y del que ya no podrá escapar.

A pesar de las apariencias, Somoza (La Habana, Cuba, 1959) lucha "contra la etiqueta" de ciencia ficción para esta novela, con el argumento de que "son ciencias reales, que están aquí, en este mundo", aunque juega a inventar sobre algo que, cree, pertenece a un futuro no muy lejano.

"El mundo virtual avanza de una forma tal que no sabemos muy bien cuales van a ser sus límites", asegura el escritor, residente en España desde que tenía un año, y quien se muestra convencido de que los límites del mundo virtual serán "los que se impongan cada uno de los usuarios".

"La cuarta señal" (Minotauro) analiza la brutal revolución tecnológica actual y su repercusión en la vida cotidiana con la ayuda de una historia de amor en la que su creador hace hincapié en "el contraste" entre cómo es la pareja en la vida real y cómo se comporta en la virtual.

"Por qué no van a existir relaciones profundas cuando una persona conoce a otra a través de esa clase de mundos en los que tú aparentas ser otra persona", se pregunta Somoza, para quien "casi podría ser más real ese tipo de relación que una en la vida real, porque ahí no tenemos obligación de aparentar; nos mostramos tal como somos".

Para el autor, lo que se plantea en Órgano son "todas las oportunidades que quieras dentro de tu propia imaginación", motivo por el cual es algo "difícil de rechazar: la posibilidad de desarrollarte dentro de otras vidas y de elegir el camino que realmente quieres tomar".

Aunque Somoza admite que inicialmente puede causar cierto desasosiego, "nada prueba que esa desazón no sea el cambio necesario hacia esos otros órdenes de cosas", y no responda a "la misma incertidumbre que sintieron nuestros abuelos cuando la vida dejó de estar al alcance de la mano gracias al teléfono, la televisión o el coche".

Ahora, "es igual; estamos viviendo una especie de shock, un cambio tremendo con el cual muchas cosas serán para bien y otras no tanto".

El escritor recuerda que las pantallas "lo han transformado todo de una manera insospechada" y han demostrado que el futuro virtual que nos habían pintado, lleno de productos químicos, escafandras o extrañas drogas, "era mentira".

Y añade: "no es erróneo pensar que en poco tiempo las zonas sensoriales del cerebro podrán ser estimuladas a través de la pantalla o otros accesorios para integrarnos dentro de un mundo completamente distinto".

En la novela, Somoza deja ver también su antigua profesión de psiquiatra al indagar en la "parte oscura" de su protagonista, María, un ama de casa cuya rutinaria vida se transforma al entablar una relación virtual con un hombre, con el que, en ocasiones, incluso llega a disfrutar al ser humillada.

"Siempre he sido un apasionado del lado oscuro del ser humano, de sus perversiones", ya que -dice- es en la privacidad "dónde mejor se conoce a los seres humanos".

Desde "Clara y la penumbra" y "La caverna de las ideas", asegura, le divierte explorar "ese lado aberrante de los seres humanos, que no es enfermizo, que es una elección sexual completamente normal y distinta".

La novela, que abre una nueva Colección -M- de Minotauro, pretende generar una reflexión sobre la escasez de escritores que aún se atreven a explorar "el cambio de paradigma de la vida virtual que sufrimos", y se empeñan- asegura- "en continuar en las relaciones de pareja físicas, presenciales".

"Ese cambio de paradigma está condicionando las relaciones humanas de una manera o de otra", según Somoza, por lo que los autores tienen "el deber de llamar la atención" sobre esta nueva realidad "que, nos guste o no, ha llegado para quedarse".

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