La Cocina Económica detecta a familias en apuros que optan por hacerse okupas

La Cocina Económica detecta a familias en apuros que optan por hacerse okupas
El 4% de los usuarios de la Cocina Económica viven en un edificio de forma irregular, según las estadísticas de la propia entidad | quintana

La Cocina Económica atiende cada año a más de mil personas, la mayoría en riesgo de exclusión social, Llevan 126 años ayudando a la gente y en los últimos tiempos están comenzando a notar un fenómeno nuevo: la ocupación de viviendas, normalmente casas viejas, por parte de familias que no quieren separarse. El trabajador social Pablo Sánchez, que atiende a la mayoría de los usuarios, sostiene que a pesar de que A Coruña cuenta con una excelente red social, faltan recursos para atender a familias como unidades, y eso provoca que algunas hayan empezado a escoger la ocupación de viviendas como una salida para poder seguir manteniendo una vida familiar.

“Por el momento hemos contabilizado pocos casos, unas cinco familias”, comentó el trabajador social, que matiza que existe una respuesta rápida por parte de las autoridades si una familia en la que incluye un menor corre el peligro de verse en la calle. “En ese caso, el Ayuntamiento le busca un piso de emergencia social. Siempre hay una respuesta”, aclara.
Sin embargo, no ocurre lo mismo si se trata de una pareja o el matrimonio tiene un hijo ya mayor de edad, pero aún dependiente porque lo normal es que se le segregue por sexos. Por otro lado, instituciones como Padre Rubinos exigen que los usuarios acudan a dormir todas las noches para poder seguir un plan de trabajo, lo que también disuade a algunos de inscribirse.

El Ayuntamiento inauguró en Monte Alto el Centro Abeiro, de baja exigencia, en donde los indigentes pueden dormir en sillones, tomar café caliente, y asearse, pero no es un alojamiento propiamente dicho. “Lo que ocurre es que nunca hay suficientes reursos”, También se puede recurir a la residente el Buen Pastor, donde acogen a hombres y mujeres pero, nuevamente, tampoco es la solución ideal para estas personas que tienen que empezar a reconstruir su vida.

“Si pueden, se van con parientes, claro. Se reparten en varias casas. Pero a veces recurren a la ocupación”, explica Sánchez. El año pasado, el Ayuntamiento solucionó un caso parecido: una familia de etnia gitana había ocupado una vivienda de propiedad pública en la calle de Ribeira Sacra, pero los Servicios Sociales le ofrecieron una alternativa.


Por diversos barrios
Pero lo normal es que se instalen en casas viejas, algunas en muy malas condiciones, dispersas por toda la ciudad. “No se puede decir que haya un barrio en especial. Los hay en Os Mallos, en Agra do Orzán, en Monte Alto”, enumera el trabajador social. Poder tener un domicilio fijo, aunque no sea suyo y del que pueden ser expulsados, les permite regresar a cierta sensación de normalidad después de haber perdido sus hogares.
También hay otros indigentes que duermen a menudo en los esqueletos de edificios abandonados a medio construir. En realidad, la ocupación ilegal de una vivienda se ha convertido en una opción más para las personas sin recursos económicos, que se aprovechan así de la gran cantidad de pisos vacío que existen en la ciudad. Muchos de ellos, pertenecientes a promociones que resultaron afectadas por el estallido de la burbuja inmobiliaria. “Para ellos, es una modalidad de alojamiento más, un 4% de los usuarios son okupas”, señala Sánchez.

“Ahora el tema de los okupas tiene más visibilidad, pero nosotros llevamos años detectándolo”, asegura el trabajador social, que señala que aquellos edificios de los que solo se construyó la estructura son habitados de forma provisional durante los meses de verano, En algunos casos, han llegado a instalar en ellos tiendas de campaña.

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