Y si...

El hecho cuasi histórico de que Mariano Rajoy haya fijado la fecha del debate de investidura para el treinta de agosto no despeja la duda principal de si, por fin, los españoles tendrán un Gobierno no interino.
La política nacional vive la inédita y vergonzosa etapa del “y si..” que consiste en dejar todas las puertas abiertas a la incertidumbre en función de las tácticas electorales, los rencores personales, los orgullos desmedidos, y otras lacras que no deberían entrar en el sueldo de los dirigentes políticos.
Veamos: El PP, con su líder a la cabeza, ha perdido el tiempo de forma calculada. Ha ninguneado a Ciudadanos con el único objetivo de doblegar la voluntad de los socialistas, imprescindibles para repetir mandato. Cuando esta estrategia ha tocado fondo, convoca el pleno de investidura con un calendario endiablado, de tal manera que, si no sale elegido, las terceras elecciones se celebrarían en Navidad. ¿Quién asume el riesgo de ser el responsable de semejante dislate? Así que más presión para Pedro Sánchez.
Pero Rajoy olvida que, si falla su propósito de ser investido a la primera, quedan dos meses en los que se puede volver a presentarse o puede intentarlo otro.
¿Y si tiene que presentarse otra vez, tragándose de nuevo el orgullo? Sigamos con el PSOE.
¿Y si fuera cierto que Sánchez e Iglesias han retomado la comunicación, más allá de la cortesía parlamentaria, como ha dicho el dirigente de Podemos, desaparecido desde el fracaso electoral? El desmentido de Sánchez fue tibio y la nota del partido excesivamente enérgica. Conviene recordar que hay un sector del PSOE muy afín al líder socialista, al que le gustaría volver a intentarlo.
En cuanto a Podemos, solo tiene una alternativa: tratar de seducir al PSOE para tener una aventura juntos o, en caso de gobierno popular, tratar de disputarles la oposición en el Congreso. El fiasco electoral les ha hecho perder peso y atractivo en las mareas y sus propios conflictos internos no auguran buenos resultados electorales ante la posibilidad de una nueva cita con las urnas. ¿Y si prefiriesen quedarse a mitad de camino entre la conquista del cielo y el batacazo en el suelo? En fin, teniendo en cuenta que unas terceras elecciones no les harán perder los emolumentos, ni las dietas, ni los desplazamientos de estos meses en los que sus señorías no han dado un palo al agua ¿y si los echáramos a todos y vinieran unos nuevos que recuperarán la dignidad de esta democracia burlada?

Y si...

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