Seguirán viniendo

o, no solo los turistas a los que recibimos con los brazos abiertos, seguirán viniendo los inmigrantes, los refugiados de las guerras, los que buscan otro futuro. Los “salvini” de turno serán historia y ellos, los que no tienen nada que perder, seguirán cruzando el Mediterráneo empujados en el futuro, además, por el cambio climático. No son una invasión como grita la extrema derecha. De hecho, este último año han descendido las llegadas y son Grecia y España los países de la UE que más inmigrantes reciben.
Mientras, la Europa del confort mira para otro lado y los gobiernos xenófobos se unen al griterío fascista del ministro del Interior italiano. No es, pues, de extrañar que de los seis países que se han ofrecido a acoger a los rescatados del “Open Arms”, se repitan los nombres de Francia, Alemania, Portugal o España. Porque lo meritorio es que un país como Rumania, bastante más pobre, abra sus puertas. Para cuando la compleja burocracia de Bruselas consiga dar a Salvini las garantías de que ninguno se quedará en Italia, habrá que afrontar el acogimiento de un segundo barco que espera su turno para entregar a los náufragos que rescató.
Por eso, en otoño, cuando los nuevos cargos de la UE salven el conflicto de un brexit a las bravas con el que amenaza Johnson, será inaplazable un consenso frente al problema del acogimiento de refugiados. Y una de las medidas que se ha demostrado eficaz es la ayuda, pero la de verdad, sa los países de origen o tránsito. Pese a las proclamas apocalípticas, el hecho cierto es que las llegadas a España han caído un 39% en el último año y la cooperación con Marruecos tiene mucho que ver. Pero la ayuda de la Comisión de 140 millones, que tanto ha costado que llegara a destino, está detrás de la buena voluntad de Rabat.
El estado fallido, en permanente guerra civil, que es Libia (en gran parte por culpa de la desastrosa intervención europea que acabó con Gadafi) no puede ser un aliado de potencias democráticas. Mucho peor que morir de hambre en Eritrea es acabar en una cárcel de Trípoli o vendido como esclavo por las mafias. Por eso es tan grave la actitud de Italia y el consentimiento de un grupo supuestamente de izquierdas como el de Grillo que gobierna en coalición con los fascistas de Salvini, exigiendo que las pateras sean devueltas a Libia. Este conflicto o se resuelve de forma solidaria, e incluso interesada dado que Europa necesita inmigración, o el Mediterráneo será el mayor cementerio marino conocido.

Seguirán viniendo

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