Salvar al jefe

Como era evidente, no se celebrará el pleno monográfico en el que Luis de Guindos debía explica las razones que llevaron a designar a Soria como candidato al Banco Mundial. Ante el escándalo por tan inconveniente decisión, y en puertas de la campaña vasca y gallega, Rajoy se vio obligado a llamar dos veces a Soria para que renunciara al cargo. Pero el mal estaba hecho. Y, para salvaguardar la imagen de Rajoy, desde el Gobierno y con el apoyo del partido (conviene recordar que Guindos no es militante del PP) se decidió trasladar las culpas del desaguisado al ministro de Economía. Un cortafuegos más con el que salvar al jefe.
Se empezó a filtrar su amistad con Soria, el retraso intencionado por parte del responsable de Economía para que el nombre de Soria no dañara la investidura. Sobre todo, se le acusó de haber informado mal al presidente sobre el proceso, lo que llevó a Rajoy a dar unos datos falsos. Es evidente que Guindos no era inocente, pero se le quiso cargar el marrón en su totalidad. Ahora bien, de eso a dejarle enfrentarse solo a toda la cámara en un pleno extraordinario, va un trecho que el Gobierno no va a recorrer.
Por ello, cuando la vicepresidenta Sáenz de Santamaría confirmó lo que ya se sabía, se entiende menos el revuelo creado en el Congreso en torno al pleno urgente de marras. No se entiende que Ciudadanos votara en la Junta de Portavoces a favor y luego se abstuviera en la Mesa del Congreso. Una vez más el PP volvió a dejarles en una situación poco airosa y descolocados cuando la presidenta Ana Pastor cambio de criterio y decidió convocar el exigido pleno. Podían haber mantenido la firmeza hasta el final, sabiendo que Guindos no les necesitaba como guardianes de su honra. ¡Qué difícil es ser socio de los populares! La labor de la oposición es precisamente el control del Gobierno. Función que, por cierto, no ha podido ejercer desde hace cinco años. Los cuatro primeros por la mayoría absoluta del PP que anulaba con sus votos cualquier iniciativa en ese sentido. Y en estos meses de interinidad porque Moncloa argumenta que no tiene porque dar cuentas a un Parlamento que no les ha elegido.
Amparados en el recurso que han presentado ante el Constitucional, los ministros se niegan a comparecer, así que Guindos no iba a ser menos. Además, no se fían de que dijera algo inconveniente como lo que está escribiendo en sus memorias, donde cuenta la persecución, los insultos y los vacíos que tuvo que sufrir de destacados dirigentes del PP por sacar a la luz el escándalo de las tarjetas Black que afectaba al “intocable” Rodrigo Rato.
Al final, una vez más, nos vamos a quedar sin saber cómo y a quién se le ocurrió la brillante idea de proponer a un ministro dimitido para un alto cargo en un organismo internacional.

Salvar al jefe

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