Raca, raca...

Cuando ya nos habíamos acostumbrado a que cualquier político catalán, del sector independentista por supuesto, hiciera declaraciones arrepintiéndose de la DUI, llega Marta Rovira, número dos de Junqueras, con el relato de terror de un supuesto ejército español dirigiéndose a Cataluña, con las armas cargadas, para provocar un baño de sangre si se atrevían a seguir con la independencia.
Puede ser el pistoletazo de salida de la campaña y, de ser así, anuncia una exacerbación del victimismo. O podría ser que Rovira trate de justificar el fiasco de una declaración que nunca fue y que acabó con medio Govern fugado y la otra mitad en Estremera. La que puede ser la próxima presidenta de la Generalitat trata de justificar el fiasco y recuperar el ánimo de los “indepes” defraudados y desmotivados. No es que los promotores de la DUI se dieran a la fuga, es que “ el Estado opresor” amenazaba con un baño de sangre.
Por la misma razón que ha calado el argumentario de llamar presos políticos a los dirigentes para los que la juez ordenó prisión preventiva, por la gravedad del delito, posible reincidencia y riesgo de fuga, habrá gente que se crea este nuevo cuento de Rovira.
Se prepara así una campaña cansina, con “las cartas desde mi celda” de Junqueras, las entrevistas incendiarias desde Bruselas de Puigdemont, el brío de Rovira, el quiero y no puedo de Colau, y todavía está por ver si el expresident no protagoniza el último golpe de efecto y se vuelve a España, días antes de los comicios, para levantar las encuestas con la imagen de un furgón policial, en una noche fría, camino de prision.
Menos mal que Forcadell, tras su compromiso con el juez del Supremo, guarda silencio y, aunque va en las listas de ERC, no es de esperar que se dedique a defender la independencia unilateral con el ardor con que lo proclamaba hasta hace poco. Si alguien pudo sospechar que el suflé catalán había bajado se equivoca y de aquí hasta el 21-D la sociedad va a seguir bajo el raca, raca del derecho a decidir, mientras se corre un tupido velo sobre el desaguisado social y el coste económico que para las arcas de Cataluña va a suponer la aventura independentista.
De momento, las ofertas de reformas sociales, de incentivos al empleo, o de apuesta por las infraestructuras brillan por su ausencia y lo único que se escucha es más de lo mismo pese al fracaso. Eso sí, ahora dicen que se lo van a tomar con más calma.

Raca, raca...

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