Daños colaterales

Cuando todo parecía perdido, cuando Pedro Sánchez declaró la evidencia de que no quería a Pablo Iglesias en su Gobierno, se abrieron de nuevo negociaciones contrarreloj para cerrar un acuerdo, con nombres de Podemos en el Consejo de Ministros. No sería fácil, solo quedaba el fin de semana antes del comienzo del pleno de investidura. Sánchez advirtió de que no quería nombres impuestos, exigió una terna donde elegir, e Iglesias necesita tener a su núcleo duro en la Moncloa.

En esta cesión final de la formación morada ha tenido bastante que ver lo ocurrido en La Rioja. La frase chulesca de la única diputada de Podemos en el Parlamento regional, conminando a la candidata socialista a “hacer los deberes tras haber suspendido en junio y en julio”, junto a su pretensión de obtener “varias” consejerias con un solo escaño, ha suscitado el rechazo de los círculos de su formación que dirige una gestora. Incluso Izquierda Unida ha roto la coalición y ha votado a favor de Concha Andreu, para acabar con veinticuatro años de mandato del PP. El bochorno ha sido de tal calibre que los círculos han pedido disculpas a sus votantes.

En comparación con el desmadre de La Rioja, la extrema derecha de Vox, tan racial, con tanto excedente de testosterona, a la que Ciudadanos ha humillado pidiendo sus votos pero sin querer ni sentarse con ellos, cede. Abandonaron las negociaciones en Murcia porque Girauta, con el verbo suelto que le caracteriza, las describió como un “tomarse un café”, pero han vuelto, renuncian a modificar la ley de derechos Lgtbi (han debido aprender que hay derechos democráticos irrenunciables) y habrá gobierno en Murcia y también en Madrid.

Todos estos datos, pero sobre todo el escándalo de La Rioja, han llevado a Pablo Iglesias a la convicción de que su aspiración a ser vicepresidente no le podía costar a los españoles un vuelta a las urnas.

Pero no todo está cerrado, porque conviene recordar que el PSOE y Podemos no suman. Hacen falta los votos a favor del PNV, de Compromís, y la abstención de ERC. Con lo que volverá a la gestión diaria de la cosa pública la incertidumbre que marcó los meses desde la moción de censura. Y cabe preguntarse si tras la sentencia del “procés” los independentistas catalanes volverán a tumbar los presupuestos como ya hicieron.

No es este –si sale– el Gobierno que pueda garantizar una legislatura con los cambios normativos imprescindibles para dejar atrás leyes como la denostada “Ley Wert” de educación.

Cuando se dice que los españoles votaron para que la izquierda se entendiera no salen las cuentas. A lo mejor la ciudadanía lo que quería era un pacto PSOE/Ciudadanos que suman mayoría absoluta. Las urnas le pasarán cuentas a Rivera por su obcecación.

Daños colaterales

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