Perderse en el tiempo

No es fácil llegar a este tipo de conclusiones cuando estamos hablando de educación. Quiero referirme al saludo. A las personas que por una u otra causa evitan sistemáticamente ese tipo de elegancia con los demás. Saludar es algo muy propio de la cultura que uno ha recibido y muy propio de las diferentes costumbres que tenemos los seres humanos. Mostrar esa amistad hacia los demás es algo así como un bonito ejemplo de cortesía, demostración de amabilidad y afecto. Corresponder a un saludo, se estudia en pedagogía, tiene mucho de valor simbólico y negarte a ello son ganas de sembrar la discordia. 
Las causas pueden ser variadas. Pero hay personas que lo achacan a la timidez, o quizá, también, a que cada vez se habla meno    s y que la tecnología, móviles, etc., nos mantienen aislados del mundo real. El personal, afortunadamente no todo, no está para muchas coñas, lo que provoca la falta de buenos modales. Puedo ser un iluso, pero quiero verlo de esa manera. Sin embargo, insisto en que quien niega un saludo o silencia la respuesta a un simple “hola” debe de haberse perdido en la noche de los tiempos. Son situaciones que muchos de ustedes viven, vivimos, a diario. Como ejemplo, el vestuario de una sociedad, una cualquiera, donde fui testigo de una situación tremendamente reprochable. Varias personas conversan y una de ellas, muy molesta, estalla de rabia: “Me siento como una mierda”. Hablaba de la mala educación que existe en la sociedad actual, de su egoísmo y tan corrompida de soberbia. De lo poco o nada respetuosa que es la gente cuando entras en un espacio público, saludas y no recibes respuesta. Como si hablases con las paredes. En aquel momento comprendí a ese hombre porque no se puede ser insensible y doblegarse a tanta hipocresía. 
Trato de minimizar su enfado, su rabia, su malestar, su indignación e intento empatizar con él  animándole a que lo olvide. Que no vale la pena darle importancia porque yo también he llegado a esa conclusión. Le recuerdo que siempre hay una razón para actuar así. Que no hay nadie perfecto. Que todos tenemos nuestros defectos y que existe mucha gente que vive en su mundo, con sus grandes problemas y numerosas preocupaciones. Sin embargo, es cierto que el saludo revela muchos detalles sobre el carácter y la buena formación de una persona. Ya lo apuntaba un viejo vecino de la aldea cuando por la mañana entraba en su cuadra y decía buenos días. Y nadie le contestaba. Pues igual, amigo. Humor, mucho humor.

Perderse en el tiempo

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