EL NUEVO COPAGO, LA GOTA QUE COLMA EL VASO

Me duele la cabeza de tanto pensar. Y después de darle un montón de vueltas al coco, no salgo de mi asombro. Me parece una canallada. Después de lo que leo y lo que “recomienda” la ministra de Sanidad, Ana Mato, sobre el nuevo copago, que se pondrá en vigor el próximo 1 de octubre (ocho autonomías no lo harán) llego a la conclusión de que nos quieren matar. Los que tienen enfermedades crónicas o no y que deban medicarse en farmacia de hospital, como pacientes de cáncer, hepatitis, VIH, renales, asma, psoriasis, artritis o antitumorales, etc., abonarán un 10% de estos fármacos (hasta un máximo de 4,20 euros por envase) que, por otro lado, suelen resultar carísimos. Esto me huele a masacre. “Que nos quiten la vida. Todo me da igual”, me espeta un paciente afectado. Aquí, en Galicia, seremos diferentes y achantaremos con lo que se nos diga. Al menos así lo ha dejado patente la titular de Sanidad gallega, Rocío Mosquera. ¿Reflexiones? ¡Uff! Se me ocurren un montón. La principal, que a nadie se le ocurra enfermar. No es conveniente.
 Ana Mato insiste en que estas medidas servirán para garantizar la sostenibilidad del sistema. No lo creo. El propósito de este invento es disuadir al paciente para que no retire medicamentos que le fueron prescritos. Es más. Sería bueno recordar que el copago está implantado desde el 1 de julio de 2012 en la farmacia comunitaria y que ahora abre su abanico a la hospitalaria. Un abuso descomunal, como me recuerda otro colega, y que tiene un claro efecto disuasorio. Decirle a un enfermo de estas características que debe pagar para vivir, me resulta de una crueldad extrema. Buena parte de los enfermos crónicos de este país son ancianos o personas empobrecidas y que en muchos casos, por cierto, cumplen con ambos preceptos. Se trata a todas luces de pagar por partida doble. O por partida triple, por cuanto terminan pagando con su propia vida.
¿Por qué siempre tienen que pagar el pato los más vulnerables? En España existen gastos superfluos, inútiles y, sobre todo, innecesarios. Y ya no hablo de los que roban. Yo exigiría menos palique y más acercamiento a una sociedad que está reventada de tanto ajuste y que de alguna manera nos acerca a aquella colectividad en donde solo prevalecían los fuertes y los débiles eran un lastre a extinguir. La rebeldía social tendría que ser la respuesta. Me apunto.

EL NUEVO COPAGO, LA GOTA QUE COLMA EL VASO

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