Neymar no quiere ser un ermitaño

Las últimas declaraciones de Neymar, jugador del FC Barcelona, han abierto un nuevo debate en un tema ya viejo en un mundillo futbolístico donde no todo vale. El caso del 11 barcelonista es uno de esos muchos que se dieron a lo largo de los años en muchos futbolistas que cobraban cifras astronómicas por darle patadas a un balón. El brasileño defiende a capa y espada su derecho a disfrutar de la vida. Yo lo veo razonable y hasta lógico. Para llegar a esta conclusión, el delantero se escuda en que tiene 24 años y que la gente solo tiene que fijarse en lo que pasa en el campo y no lo que hace en su vida privada.
Neymar, lógicamente, no es un ermitaño. Es una de esas personas que convive con los flashes y trata, por todos los medios, que eso no le cambie la vida en lo más mínimo. Lo demuestra con sus palabras y sus hechos. Como buen brasileño, le gusta la fiesta, la samba y la noche a rabiar. Ocurre que, de seguir por este camino, su vida futbolística le puede durar menos que un caramelo en la puerta de un colegio. Hay que imaginarse tener 24 años y ganar un pastón por temporada. ¿Qué haría usted? Yo me lo imagino y sería comprensible.
Después está el club que le paga. Ahí ya entraría el FC Barcelona y la ética profesional para comprobar si a la entidad catalana le interesa o no tener en su plantilla a un futbolista que dedica su vida privada a hacerse la picha un lío o a cuidarse como un profesional que es.
Pero el fútbol está lleno de personajes que han destrozado sus vidas debido a ese tipo de excesos y en algunos casos lo acabaron pagando con sus vidas. En su mayoría a consecuencia de sus graves problemas con el alcohol, drogas y con una vida nocturna propia de un auténtico crápula. Como Maradona, del que siempre digo que es un milagro que siga con vida. También el brasileño Garrincha, al que recuerdo en Riazor en un Teresa Herrera contra el Santos de Pelé. Murió arruinado y alcoholizado y habiendo dejado 14 hijos. Cómo no, Romario, al que la noche le confundía. El más actual, Paul Gascoigne al que recientemente vimos, a sus 49 años, bajando de un taxi, fumando en bata, sin calzado ni ropa interior. La escena es patética. Hay más nombres, muchos más que podrían sorprender y que son ejemplos que a Neymar le deben hacer recapacitar. Él decide.

Neymar no quiere ser un ermitaño

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