Llega la hora del cambio

Después de los dos últimos triunfos del Deportivo, el ambiente entre la afición ofrece un vuelco muy importante. Parece que atrás quedan las decepciones y las fobias hacia una plantilla que trata de volver a coger el tren del ascenso en este frenético final de Liga donde el playoff parece el factor más viable. Si en lo deportivo las cosas aparentan normalizarse, en el institucional no todo es color de rosa. Ante la ya anunciada marcha del presidente y su Consejo de Administración, salen ahora a la palestra varias opciones de las que todavía falta su confirmación oficial y que, de no haber un vuelco inesperado en esta situación, saldremos de dudas a finales de este mes. 

Después de haber sido el Super Dépor en los años 90 y haberse codeado con los grandes de España y Europa a principios de la década pasada, el club busca recuperar una buena dinámica que devuelva al equipo a su mejor versión. Hablando de posibles relevos de Tino Fernández, existe un buen número de aficionados que, sobre todo en las redes sociales, reclaman el regreso de Lendoiro. No sé lo que pensará el que para muchos ha sido el mejor presidente que ha tenido la entidad, aunque no creo ni remotamente que Augusto quiera volver a una silla que, para bien o para mal, conoce muy bien. 

Y hablando de Lendoiro, me viene a la memoria uno de los grandes protagonistas que ha defendido lo colores del primer club: Carlos Pellicer. El coruñés, que con 19 años ya jugaba en el Dépor y en Primera en la temporada 64/65, seguro que lo vería con buenos ojos. Al menos ese era su pensamiento hace algún tiempo cuando tuvo la gentileza de hablarme de sus ideas y su mundo, el fútbol, que fue su gran pasión, junto a su familia, al margen de sus estudios que acabaron llevándolo al Chuac como médico internista. 

Para Pellicer, que personalmente conocía poco a Lendoiro, me decía que por detrás habría problemas, porque él escuchaba rumores y un montón de historias, pero insistía en afirmar: “Lo que consiguió el Deportivo con Lendoiro no se repetirá jamás”. Ahí queda. 

Llega la hora del cambio

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