Tristes por el éxito

Más de uno anda cabizbajo estos días: el español Luis de Guindos tiene ya todas las papeletas en su mano para convertirse en vicepresidente del Banco Central Europeo. Salvo que acontezca una catástrofe, el hasta ahora ministro de Economía recibirá el último espaldarazo en la cumbre europea  de marzo próximo. En esta cita, jefes de Estado y de Gobierno de la UE confirmarán el regreso de España al lugar de donde nunca quiso haber salido: el Consejo de gobierno que desde el Tratado de Ámsterdam (1998) dirige la política monetaria del euro. 
No sé si  estarán tristes los irlandeses ante la retirada de su paisano y también candidato Philip Lane, brillante académico reconvertido en banquero central de su país. Les queda, sí,  el consuelo de haberlo visto como el aspirante “más convincente” en el examen –no vinculante- habido ante el Comité de turno de la Eurocámara. 
Desde luego quien sí está afligida es la oposición política española, que ha sido la más beligerante contra la nominación de Luis de Guindos.  Lo del PSOE ha sido para nota. Primero su gran objeción fue que no se llamaba Luisa; es decir, que no era mujer quien optaba a la vacante en Frankfurt,  lo que la redicha Margarita Robles interpretó como “un desprecio para las mujeres”.
También cargó contra el dedazo del Gobierno, pasando por alto que ellos mismos enchufaron en su día a la ex ministra Margarita Álvarez para la vicepresidencia del Banco Europeo de Inversiones (BCI), teniendo ésta como tenía y tiene un perfil de todo menos técnico. 
Nuestro paisano José Blanco echó el resto -y se quedó tan ancho-  al referirse a De Guindos como  “responsable de la quiebra” (sic) de Lehman Brothers, el cuarto Banco de inversión más grande de Estados Unidos, cuando el aludido no pasaba de ser  director de la entidad en España y Portugal. Al fin y al cabo, el mezquino interés del Partido Socialista fue propiciar una derrota internacional del Gobierno. Todo lo demás ha sido excusa y pretexto. 
De Ciudadanos se esperaba más,  pues no en vano el hasta ahora ministro de Economía había venido siendo el gran valedor de Rivera y su partido en las relaciones con Moncloa cuando de economía  se trataba. En Bruselas ha hecho muy poco o nada por la candidatura del español hasta el punto de que dejó el voto en manos de una diputada belga que se decantó  por el irlandés. 
Rajoy, por su parte, paga la deuda con un ministro que le fue leal en los tiempos oscuros y que ha manejado la economía en la etapa más difícil que desde la Transición se recuerda. Si ya hace poco hizo lo propio con su jefe de gabinete Moragas dejándole ir a la embajada en Naciones Unidas, ahora lo ha hecho con De Guindos. Es de bien nacido –dicen– ser agradecido.

Tristes por el éxito

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