SUMARIOS A TUMBA ABIERTA

Sin pretender quitar o poner rey en el asunto de marras, sí me quedo con una declaración de la conselleira Beatriz Mato a propósito de la llamada operación “Zeta” sobre los cursos de formación, que tiene al empresario Gerardo Crespo como el más conocido implicado. “Lo importante –dijo la titular de Traballo– no es que este señor entrase, como otros muchos, en mi despacho, sino lo que hiciese yo después”.
Y no le falta razón. Porque se están desquiciando las cosas. La clave no es si unos u otros responsables políticos tuvieron contactos con determinados administrados o amigos, sino si tal relación devino en un irregular trato de favor; si los  encubrieron cuando quedaron al aire sus eventuales andanzas; si en consecuencia se amañaron concursos públicos y, por supuesto, si hubo dineros por medio.
Eso es lo que hay que demostrar para poder exigir responsabilidades y hacer una política responsable. Eso es lo difícil y lo que en pocas ocasiones se hace. Lo fácil y habitual es practicar una oposición de conjeturas, exhibir camisetas multicolores, llenar los escaños de cartelitos reivindicativos y desplegar fotos tomadas vaya usted a saber con motivo de qué o de coincidencias en escenarios de muy distinta y normal naturaleza. Y como traca final, pedir dimisiones.  
Junto a esta batalla de oposición por conjeturas se viene librando otra periodística a base de desparramar en los medios un día sí y otro también minuciosos sumarios en los que se mezclan el trigo con la más que abundante paja y lo relevante con banalidades; procedimientos en los que no faltan errores de investigación –caso alcalde de Ferrol– y donde se menciona a personas que no son ni imputados, pero que se ven metidas en una vorágine que injustamente les salpica a ellos y a sus familias.  
Algún ilustre columnista se resistía hace poco a que en determinados ambientes políticos y mediáticos una investigación fuera tenida sistemáticamente como sinónimo de corrupción sin esperar al resultado de la misma. Lo decía así a raíz de unas pesquisas policiales según las cuales el alcalde de Barcelona podría tener una cuenta opaca en el extranjero.
Muy poco después se supo –aunque aún sin confirmar plenamente– que tal cuenta no existía. Y muchos nos preguntamos: ¿no se debería haber esperado a la demostración de la realidad de los hechos  y a la conclusión de las investigaciones? ¿No habría también que poner en cuarentena previa supuestos escándalos que por el origen de la o el momento en que salen a la luz huelen a querellas  interesadas? 

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