Regalo a la oposición

Aunque este país no es muy dado a las matemáticas, no hay que ser muy lince para calcular la distancia que media entre los 11.730 votos que el ganador Rey Varela obtuvo al frente de la lista del Partido Popular en Ferrol en las últimas  municipales, y los 5.955 cosechados por  la candidata socialista. Casi el doble. 
No se entiende, pues, mucho o nada a título de qué el ínclito secretario general del PSdeG, Gómez Besteiro, habla de fracaso electoral  al pretender minusvalorar el nombramiento como conselleiro de Política Social del que hasta hace poco ha sido alcalde de la ciudad departamental. Si éste fracasó, no sé qué se podrá decir de la señora Sestayo. Todo viene a ser un botón de muestra de los muchos tópicos y banalidades que por parte de la oposición se han producido a raíz de la reciente remodelación de la Xunta. Una crisis de gobierno motivada fundamentalmente por el cese fulminante de la conselleira Rocío Mosquera, y aprovechada para corregir un error político anterior, cual fue la unificación de las Consellerías de Medio Rural y Mar. Buena parte, pues,  del discurso oficial justificativo al respecto; todo eso de “un Gobierno más político y social”  no es más que la clásica milonga que se suele contar en ocasiones parecidas. 
Ha dicho la ex titular de Sanidade que tal vez su carencia más importante haya sido el no haber sabido hacerse entender. Nada de eso. Su gran déficit ha sido precisamente lo contrario: que se le entendía todo y que, por tanto, no encajaba en el no-pero-sí / sí-pero-no que hoy tanto se lleva. Se da por seguro que los problemas habidos en la puesta en marcha del nuevo hospital de Vigo y las movilizaciones ciudadanas subsiguientes han sido los catalizadores últimos de su súbito cese en plena jornada de apacible descanso dominical. El presidente Feijoo ha terminado así por plegarse a la presión social, aunque él lo justifique con eso también tan de moda cual es ampararse en la voz de la calle.  
Por eso más de uno cuestiona si cabe  dar tal baza a la oposición pudiéndose como se pueden sustanciar los problemas –inevitables– del nuevo hospital por vías menos contundentes y más solidarias con un miembro del Gobierno. Pero ya se sabe que al presidente las controversias públicas le ponen muy nervioso.
Que la algarabía montada en torno al nuevo complejo hospitalario no es más que una campaña política lo demuestra el hecho de que, por lo de ahora, todas las demandas presentadas por supuestos sindicatos médicos están siendo desestimadas por los Tribunales. Pero a las campañas políticas habría que hacerles frente –creo– con mayor capacidad de resistencia.

Regalo a la oposición

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