Personajes de la Pasión

En la historia de la pasión y muerte de Jesús que estos días conmemora el orbe cristiano hay dos personajes que, a juicio de algunos historiadores y exégetas, tal vez no merezcan la mala imagen con que perduran en el imaginario colectivo. Son el gobernador romano Poncio Pilato, el juez de quien dependía la condena formal a la pena capital, y Barrabás. 
Como bien se sabe, el primero viene pasando por ser símbolo por antonomasia, o icono, como se dice ahora, de cobardía por aquel su gesto de haberse lavado las manos y entregado a Jesús para que primero fuese azotado -pena concomitante a la condena a muerte-  y después crucificado a pesar de no haber encontrado en él culpa alguna. Y Barrabás ha sido considerado como  bandido encarcelado por sedición y homicidio.
Aunque los historiadores de la época como el judío fariseo Flavio Josefo y, sobre todo, el filósofo judío de la diáspora griega Filón de Alejandría trazan de Pilato un perfil del todo negativo, en otros testimonios aparece como resolutivo, pragmático y realista que no dudaba en intervenir cuando lo consideraba oportuno para evitar disturbios callejeros.  
Siguiendo la lectura de “Jesús de Nazaret”, la obra del papa emérito Benedicto XVI, la acusación con que Jesús comparece era muy grave: se había declarado rey de los judíos. Pilato, no obstante, sabía que  no había dado lugar a movimiento revolucionario alguno. Más bien le parecía un visionario religioso que tal vez transgredía el ordenamiento jurídico sobre el derecho y la fé. Pero eso no le interesaba. Si había violado o no la Ley, era un asunto del que debían juzgar los propios judíos. A él le competía el orden público. 
Así las cosas, y ante un tumulto que iba a más, el gobernador romano, “queriendo contentar a la multitud”, dice el evangelista Marcos en un lenguaje hoy tan actual, en el contexto de la tradicional amnistía pascual soltó al reclamado Barrabás. Jesús, en consecuencia, fue entregado para que lo crucificaran; esto es,  para que le aplicaran la máxima pena reservada a los grandes malhechores y que no daba derecho ni a sepultura. En esta ocasión la paz fue para Pilato más importante que la justicia. 
¿Y quién era Barrabás? Se le suele recodar como el “bandido” de que habla el evangelista Juan. Pero en la situación política de la Palestina de entonces la palabra griega empleada para tal significado podía pasar a expresar también la idea “luchador de la resistencia”. Barrabás habría tomado parte en una revuelta y en tal contexto estaba acusado de homicidio. 
Cuando el evangelista Mateo dice que era “un preso famoso”, muestra que era uno de los  luchadores destacados; probablemente el cabecilla de tal revuelta y líder destacado del movimiento mesiánico. Su apelativo de “Hijo del Padre” así lo sugiere. Su figura, pues, podría ser no tan negativa como hasta nuestros tiempos ha pasado.

 

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