Mucho fuego amigo

De todas las invectivas que en estos días viene recibiendo el ex ministro José Manuel Soria tal vez la más fuera de lugar ha sido la lanzada por su compañero de gabinete Cristóbal Montoro. Que después de su fracaso y en vísperas de unas más que probables nuevas elecciones Pedro Sánchez aproveche el momento para dar lecciones de ética y tirar por elevación contra Mariano Rajoy, resulta más que normal.  
Que, por su parte, a Albert Rivera no se le hayan bajado todavía los humos y que siga arremetiendo contra el PP, tampoco debería extrañar. Ha unido tanto su suerte a la de Sánchez que,  a pesar de deslealtades varias, no le queda otra que seguir la senda del socio infiel hasta que la muerte política los separe. 
Pero el contundente recado dejado por ministro Montoro no es de recibo. Acusar públicamente y sin rodeos de corrupto y defraudador (“Nadie que ha operado desde paraísos fiscales puede estar en el Gobierno”), sólo se entiende desde la guerra sucia que se libra en el seno del partido, donde casi nadie ha sacado la cara por nadie,  y desde el ajuste personal de cuentas que el titular de Hacienda tenía pendiente con el dimitido ministro de Industria.
Como se recordará, los cuatro años de Soria en el Gobierno han estado marcados por polémicas y forcejeos con sus propios compañeros de gabinete. Y el más sonado tuvo como protagonista a Montoro. Soria se le enfrentó a raíz de la retirada de primas a las energías renovables. El titular de Hacienda se puso del lado de las empresas del sector esgrimiendo un informe con membrete del Ministerio que resultó ser idéntico a otro que llevaba el encabezamiento de una de las empresas afectadas. Montoro quedó en evidencia en un encuentro que –dicen– resultó muy tenso. 
También han sido conocidas sus divergencias con Sáenz de Santamaría a propósito de las políticas sobre medios de comunicación, aparentes proteccionismos a un determinado grupo mediático  y reparto de licencias de TDT llevadas a cabo desde la Vicepresidencia. Cuentan ahora que la número dos del Gobierno exigió perentoriamente que Soria ni apareciese por el consejo de ministros último, como así llegó a ser. En la rueda de prensa posterior guardó mejor las formas, pero el desmarque fue también evidente.
Torpes, confusas, contradictorias,  precipitadas, ingenuas y casi angelicales en algún punto han sido las declaraciones del dimitido sobre su cuenta o  cuentas en el exterior. 
¿Mintió? ¿Dijo lo que dijo con intención de engañar, que es como se define la mentira? No parece. Pero a la vista del fuego amigo que ha descargado contra su persona, a  enemigos políticos y mediáticos terceros les está resultando fácil la tarea descalificatoria. 
No tienen más que sumarse al carro.

Mucho fuego amigo

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