Mucha tela por cortar

La desvergüenza de Ciudadanos en el proceso postelectoral andaluz no ha tenido nombre. Como bien se recordará, inició sus desatinos la misma noche del 2-D cuando, cerrado el recuento de votos, Marín, Arrimadas y el propio Rivera comparecieron en público dando al unísono saltitos de contento y autoproclamándose no solo como los que en mayor medida habían mejorado posiciones, sino sobre todo como los llamados a gobernar en la nueva etapa que en aquella comunidad se abría. Y eso que habían quedado terceros. 

Su última –de momento– hipócrita pirueta para no contaminarse de Vox ha sido aceptar sus votos, pero no votarlo para la Mesa del Parlamento regional.  En este punto hay que reconocer que Unidos/Podemos ha sido mucho más coherente: se ha mantenido fuera para no quedar ni siquiera rozado por indeseados. Claro, que otra cosa es que el partido morado haya puesto en práctica tal desmarque también por razones estratégicas de cara a la legislatura que se inicia y para no dejar al PSOE en exclusiva el ancho campo de la oposición. 

Ciudadanos ha venido siendo un dolor de muelas en todos los gobiernos autonómicos y locales por donde de una u otra manera ha pasado. Y lo será en mayor medida en Andalucía, donde se ha hecho con una notable parcela de poder a pesar –repito– de haber sido terceros en las urnas:  presidencia del Parlamento, vicepresidencia de la Junta y la mitad del Ejecutivo regional. Y donde ha impuesto matracas absurdas como la dimisión preventiva de cualquier cargo público o representativo que resulte investigado, llevándose así por delante el principio de presunción de inocencia. 

Si ya el partido de Rivera ha evidenciado su capacidad de incordio y de deslealtad en lo que llevamos de proceso, no es difícil imaginar la cruz que les espera a Moreno Bonilla y al PP si es que al final llegan a ocupar el palacio de San Telmo. Y es que Ciudadanos no se entera de que no se puede soplar y sorber al mismo tiempo.

Este primer round se ha salvado gracias a las escasas exigencias de Vox y gracias también a la vista gorda que el PP ha hecho ante las andanzas unilaterales de Marín. Pero queda mucha tela que cortar con la composición del Ejecutivo, con la negociación que Vox exige del acuerdo programático PP-Ciudadanos y con la acción ejecutiva que haya de ir viniendo.

No conviene olvidar que todo gobierno de coalición constituye un peligro para los partidos que lo integran. Porque alguno de ellos suele padecer el llamado abrazo del oso; es decir, su oscurecimiento político ante el protagonismo público del otro. Y el PP ha de estar especialmente vigilante en ello; en algo en lo que no es muy ducho: en que le coman la tarta. No en balde ostentará la presidencia de la institución autonómica.

Mucha tela por cortar

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