Más allá de lo esperado

Sigo sin entender que tras visitas y acuerdos de relevancia, Moncloa no comparezca cuanto antes para informar a la opinión pública. Siempre lo viene haciendo a remolque, tarde y cuando la otra parte ha difundido ya con profusión su versión de lo convenido. Sucedió con  la supuesta conformidad de Rajoy a la reforma constitucional y ha ocurrido estos días con el alcance, fechas y efectos de la aplicación en Cataluña del artículo 155 de la Constitución. Un tema no menor.

En todas estas rupturas de la discrecionalidad exigida está siempre el Partido Socialista, cuyas versiones interesadas sobre lo concertado han sido, en otros supuestos, sobradamente notorias. No entiendo tampoco, pues, cómo no se amarran más las comparecencias informativas. O callar todos o información conjunta. En fin: ya se sabe que con el PSOE de por medio resulta complicado ver cumplido en sus debidos términos un acuerdo.  

¿Elecciones autonómicas en Cataluña en enero? Así lo anunció el viernes la dirigente socialista y cabeza de la comisión que negocia con el PP, Carmen Calvo, doctora, sí, en Derecho Constitucional y  graduada también en afirmaciones tan pintorescas como el que el dinero público no es de nadie y que ella sido cocinera antes que “fraila”. Y así lo vendría a confirmar poco después Albert Rivera. Al final, según ha anunciado Rajoy, habrá elecciones tan pronto como se recupere la normalidad institucional y no más allá de seis meses.

Enero parece un poco pronto.  Fuentes próximas al PP hablaban y preferían la primavera. Sería más lógico. De todas formas, las medidas anunciadas por el presidente del Gobierno han ido bastante más allá de la intervención “muy limitada” y de la minimización de los efectos del 155 que desde la oposición se pretendía. El cese al completo del Gobierno autonómico no se esperaba.

Lo que hasta entonces pueda suceder, es impredecible. Serán unas elecciones a cara o cruz. Y cabe suponer  que a la vuelta de Navidades –que ya están encima– aún seguirán muy calientes los ánimos y las posiciones actuales, si es que no más, como para esperar cambios sustanciales en la composición del Parlamento autonómico.

De hecho y  a la vista de algún primer sondeo, los independentistas en conjunto podrían perder cinco escaños y la mayoría absoluta, lo que no es poco; ERC lograría una victoria holgada; Ciudadanos se consolidaría –sólo dos escaños más– como segunda fuerza; Podemos y sus socios vendrían a ser la tercera lista más votada; los antisistema de la CUP, grandes impulsores del proceso, bajarían de diez a seis representantes; el PSC de Iceta y la antigua Convergencia seguirían perdiendo apoyos, y el PP lograría dos asientos más.

Pequeños reajustes, pues, en el reparto de fuerzas, aunque la eventual pérdida de la mayoría absoluta por parte del bloque independentista permitiría por primera vez en mucho tiempo en Cataluña que las formaciones no nacionalistas fuesen mayoría.

Más allá de lo esperado

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