España: orgullo de país

la llegada de la Liga Norte al gobierno de Italia supone un peligro para quienes pensamos que la Unión Europea sigue siendo un proyecto muy válido. Lo ha sido para España, porque gracias a las ayudas que recibimos en su momento y que seguimos recibiendo aunque en menor cuantía, nuestro país dio un giro de 180 grados ya que nos permitió modernizar nuestra red de comunicaciones, nuestra agricultura, nuestra economía, los servicios sociales, etc. Nos permitió abrirnos al mundo, dejar de ser el hermano pobre para convertirnos en un país moderno, tanto en lo político como en lo económico.
Cuestiones importantes que se pusieron en entredicho con la irrupción de la crisis económica, a la que no se supo o no se pudo dar soluciones tanto a nivel interno como externo. El resultado es el empobrecimiento de la población, el aumento de la desigualdad social y la pobreza en los países del Sur, Grecia, Italia y España. Eso en cuanto a Europa, en cuanto a Oriente Próximo la irrupción del ISIS y la guerra de Siria, desembocaron en un drama humano de imprevisibles consecuencias. No solo por la huida de los sirios a lugares más cercanos como Líbano o Jordania, también porque ante la falta de perspectivas, ante el horror vivido, millones de familias huyeron de sus ciudades, de su país, para embarcarse en una aventura que ha convertido el Mediterráneo en el mayor cementerio que hayamos conocido nunca.
Ante semejante tragedia humana, también política, ya que ha movido las fichas del tablero que mantenía un cierto orden mundial, son muchos los gobiernos que han optado por cerrar sus fronteras a la migración, dando lugar a una situación inédita, dramática, inhumana, no solo porque quienes se oponen a la llegada de inmigrantes les están cerrando las puertas a la esperanza, también porque al hacerlo les condenan a una muerte segura.
El reto que tiene ante sí la Unión Europea es inmenso, entre otras razones porque ha actuado tarde y mal, lo que ha propiciado la llegada de una clase política de medio pelo, que se mueve al son que marcan las entrañas en vez del corazón. Es por eso que muchos europeos, ante el miedo a lo desconocido, hayan optado por elegir representantes que encarnan ideologías que creíamos erradicadas de nuestras sociedades después de la segunda guerra mundial pero que han aflorado en países donde nunca creímos que lo harían: Estados Unidos, Reino Unido, Italia, entre otros muchos.
Países liderados hoy por dictadores revestidos de demócratas como Donald Trump, empeñado como está en levantar muros que van contra la
propia esencia de lo que es Estados Unidos. Un país en el que hasta el propio presidente y su esposa, son hijos de la inmigración, nietos de quienes huyendo del hambre y la guerra encontraron refugio en ciudades en las que hoy no les aceptan por su piel, por su religión, por su idioma.
Quienes conocemos Libia sabemos que, muerto Gadafi, no hay quien pueda garantizar la seguridad ni de los sirios ni siquiera de los propios libios, dejando a los refugiados en manos de mafias, que no tienen empacho en traficar con mujeres o niños si con ello llenan sus bolsillos.
Es por todo eso por lo que me siento orgullosa de mi país, de cómo pese a la crudeza de la crisis, no nos hemos dejado arrastrar por el populismo de la peor especie, por el racismo, por el rechazo a quienes solo buscan un lugar donde vivir un poco mejor.

España: orgullo de país

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