Mucho ánimo y muchas gracias

Disculpas por anticipado a quienes se asomen a estas líneas en busca de un apunte frío y aséptico. No me saldría aunque me fuese la vida en ello. Pido también excusas a mis compañeros del grupo municipal y del Partido Popular por abusar de esta oportunidad. El cuerpo me pide hablar en primera persona del singular. Quienes han tenido el privilegio de compartir conmigo la primera fila de la cátedra de Carlos Negreira suscribirán de buen grado mi admiración y gratitud.
Cinco años después he vuelto a sentir una intensa emoción. Es, de nuevo, aquella sensación con la que salí del despacho la tarde que me propuso ser la número dos de su lista. Todavía me preguntaba por qué no había sido capaz de negarme y los flashes ya me ametrallaban. Aún me lo sigo preguntando. Semanas después, cuando el ya alcalde nos increpaba con vehemencia por un primer y desnudo informe, lo entendí todo cuando Boby, mi compañero Roberto Coira, no tardó en hacerme un gesto pidiendo calma y paciencia. Coira ya cursaba cuarto de “negreirología” y los reproches enseguida se convirtieron en consejos, palabras de ánimo y muecas de disculpa.
Mientras me preocupaba en aquel despacho empachado de papeles comencé a entender lo que venía a continuación. Corazón y exigencia. Mucha exigencia, pero mucho, mucho quizá demasiado corazón.
Aunque esperada, la noticia nos ha sacudido en lo más hondo. El jefe se va. No sabemos adónde. Puede que ni él mismo lo sepa. Quienes lo hemos visto sentir y padecer la ciudad nos creemos a pies juntillas que haya tomado la decisión pensando en el partido. Para saborear ese vértigo de caminar hacia lo desconocido. Comprendo a quien le cueste creérselo. Mis condolencias. Es obvio que no ha tenido el privilegio de conocerlo. 
Siento angustia al ver que el puesto de timonel se queda huérfano. Se acaban las preguntas imposibles a horas intempestivas: “¿Cómo podemos solucionarle el problema a esta gente?”, “¿Qué vamos a hacer mañana?”, “¿Quién nos puede ayudar con esta idea?”. Carlos Negreira, que ahora se marcha en busca de nuevos desafíos, es, créanme, un ganador.
Me alegro. No por mí. No por nosotros. Nos queda la delicada tarea de caminar sin red. Me alegro por doña Josefa, por Alba y por Inma, tres mujeres que se han ganado con creces tenerte por recompensa. Me alegro por tus compañeros de mus. Por Eduardo y los de A Cunquiña. Por tus hermanos de anzuelo, que ya han advertido a los rodaballos de Malpica de lo que se les viene. Me alegro por quienes aún no te conocen, pero a los que el destino les reserva ese privilegio.
Perdonen la osadía, pero necesitaba decir que se va un hombre bueno. Un generoso. Un perfeccionista acérrimo. Un enamorado de su ciudad. Uno de los nuestros. Ese que llegaba tarde porque nunca faltaba un vecino al que atender. Se va el que siempre se quedaba a escuchar. Y se va a lo grande. Con la cabeza alta, el deber cumplido y la conciencia tranquila. No es un adiós, lo sabemos; es un “aquí me tenéis”. Pero duele.
Desde el día que dejé de ser Rosa para convertirme en Rosita estoy en deuda. Alguien dijo un 11 de junio, año 2011, que alguien había dicho que la felicidad es el abrazo amigo de la vida. Nuestro abrazo, amigo, maestro. Ya lo sabes: mano de hierro, guante de seda. De parte de los tuyos, mucho ánimo y muchas gracias.
*Rosa Gallego es concejala del Partido Popular en A Coruña

Mucho ánimo y muchas gracias

Te puede interesar