Fiestas de María Pita: menos con más

El cartel de las Fiestas de María Pita es gris y casi podríamos decir descafeinado. Es el fiel reflejo de la incapacidad gestora que el gobierno de Xulio Ferreiro lleva arrastrando desde el minuto cero. Mientras la calidad y la cantidad del programa merman de un año para otro, el presupuesto se ha disparado hasta tragarse las acusaciones de “pan y circo” con las que el alcalde aterrizó en la moqueta palaciega.
Hagamos un poco de memoria. La Marea llegó con la piqueta para demoler. Sin apenas tiempo para acomodarse en el puente de mando, y sobre un cartel ya elaborado y prácticamente cerrado, el ciclón Ferreiro arrasó. Se llevó por delante el certamen de casas regionales. Transformó el Noroeste Pop Rock en algo diferente e irreconocible. Se trataba de dejar claro, desde el principio, que en ese pretendido 99 por ciento de coruñeses a los que decía representar no cabían ni medias verónicas, ni botillo de León, ni artistas de masas y clase turista.
Las comparaciones siempre son odiosas. En este caso, además, significativas. No seremos nosotros los que pongan ni el primer pero ni a Gloria Gaynor, ni a Raphael, ni siquiera a The Pretenders. Hay público para todos y todos tienen su público, pero queremos más y sobre todo, por cachés equilibrados.
Los coruñeses no olvidamos aquellos veranos donde todos los públicos tenían su concierto. M-Clan, Mika, Escuchando Elefantes, Xoel, Iván Ferreiro, Leiva, Nacha Pop, Modestia Aparte, La Unión, Cristina Pato, Rosa Cedrón, Fangoria, Leiva o Suede… formaron parte carteles hechos para que los distintos gustos musicales y las diferentes edades pudieran tener su representación en nuestra plaza insigne, en la referencia de todos los coruñeses y coruñesas. 
Eran tiempos en los que las fiestas se planificaban. Se anunciaban con tiempo, de modo que nuestro cartel de María Pita podía ser un reclamo para gente que se acercase desde otros puntos de Galicia. Hoy es distinto. Se anuncian tarde, nada más y nada menos que una semana antes de su comienzo. No satisfechos con eso, se pagan casi 200.000 euros por un grupo británico que al año pasado actuó en Vigo por la mitad y que en su país lo hace por la tercera parte. 
No es la primera vez que sucede. En 2015 a Ferreiro le resultaban caros los 90.000 euros apalabrados con Miguel Bosé. Dos años después el “amante bandido” se resarcía facturando 10.000 euros más. Se habían esfumado las “razones económicas y estéticas”.
Este año, y por obra y gracia de la cubierta de Riazor, el recorte ha afectado también al Teresa Herrera. No habrá trofeo decano. Ni pachanga que lo reemplace. Los barrios tampoco están para fiestas. Os Castros, Castrillón, Eirís y Novo Mesoiro han tenido que renunciar a sus celebraciones por el escaso apoyo que han tenido de nuestro Gobierno municipal. Y eso que el gran objetivo de las fiestas de la nueva era de María Pita era estar en todos los barrios. 
Desde 2016 el gasto va in crescendo. Pero no por ello conseguimos que nuestra ciudad traiga a los mejores. No, lo que tenemos es cada año menos y cada agosto más caro. Cada verano, mayor chapuza y mayores cachés por lo mismo. A pesar de Ferreiro, y a la espera de tiempos mejores, feliz verano y felices fiestas. 
 

Fiestas de María Pita: menos con más

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