Ferreiro les va al bolsillo de los coruñeses

Pasado el ecuador de la intrusión de La Marea en María Pita, comienza a ser ya más que preocupante que Ferreiro y los suyos sigan con la ele de prácticas colgada de sus espaldas. Los gobiernos becarios son incapaces de ejecutar. Y eso, aunque no lo notemos, nos está saliendo caro a los coruñeses. Muy caro. Un pico.
La ciudad ha sobrevivido a duras penas. Lo que no se le puede reprochar al alcalde, nobleza obliga, es que haya escondido sus cartas. Desde el primer día el trazo y el guion estaban claros y definidos. Han sido dos años de un alcalde ausente; un alcalde que se encuentra en su salsa cuanto más lejos mejor. La ciudad le produce sarpullido y los kilómetros son su bálsamo. Y lo mismo le sucede a sus concejales, más preocupados por viajar y por hacerse un nombre que por gestionar. En consecuencia, la ciudad ha perdido el liderazgo y sestea en el último vagón de la caravana. En términos ciclistas, hace la goma. A Coruña está abandonada y sucia mientras contempla a un equipo de Gobierno incapaz de cumplir los compromisos de los Presupuestos. En dos años han dejado sin ejecutar 109 millones de euros y nada anticipa que la cosa vaya a cambiar. 
Los datos de este año aún son más inquietantes. Sobre un presupuesto de 259 millones llevan ejecutados 59, el 22 por ciento. A la mayoría de las partidas no le afecta el retraso en la aprobación porque se prorrogó prácticamente todoel de 2016 y desde enero està en marcha. El capítulo de las inversiones es aún más desesperanzador. Llevamos –llevan– 1,4 millones de los 37 previstos, apenas un 3,7%.  Su único argumento es la excusa, pero los coruñeses empiezan a exigir otro tipo de explicaciones. Los pantalones cortos se van quedando pequeños. Ferreiro y sus intrusos ya han dejado de ser novatos. Ya no cuela.
Con dos años de prácticas ya es tiempo de preguntarse si realmente están preparados para sacarse el carnet o se merecen un estruendoso “no apto”. Es tiempo de dejar de elucubrar y ponerse al timón de la nave. O, de lo contrario, hacerse a un lado y designar nuevo capitán. A Coruña espera ya con cierta ansiedad algún gesto que demuestre que la paciencia de los ciudadanos tenía alguna justificación. 
Un signo. Al menos una señal. Un indicio que haga vislumbrar que todavía se puede obrar el milagro. Algo que alimente la esperanza de que las mejoras lleguen a los barrios, que la calidad de vida de los coruñeses no es una batalla perdida. Pero sin inversión no hay mejora. Y el verdadero problema de estos que se dicen “do común” es que han abandonado a su suerte a la comunidad. Nos está saliendo la broma por un ojo de la cara. La ciudad se está quedando sin margen de maniobra y el castillo de naipes sobre el que La Marea construyó su discurso se está viniendo abajo. Muy a nuestro pesar.
 

Ferreiro les va al bolsillo de los coruñeses

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