Cien familias desesperadas en el Ofimático

Una de las primeras decisiones que adoptó la Marea tras la transición del intrusismo al parqué y la moqueta fue cargarse el acceso al Parque Ofimático. Aquel ritual iniciático incluía lo que con el tiempo se ha convertido en marca de la casa: destrucción de lo planificado, pero cero alternativas a los problemas generados. En aquel tiempo, los vecinos que soñaban con vivir en el nuevo barrio protestaron. Lejos estaban de imaginar que en realidad la calidad de los accesos a sus calles sería el menor de sus problemas. ¿Para qué pedir una carretera de entrada a un barrio en el que no va a vivir nadie?
Dicho y hecho. Han pasado los meses. Ha llovido y ha calentado el sol. Y el centenar de familias que puso todos sus ahorros y todas sus esperanzas en las cooperativas está a punto de estallar. Son gentes pacíficas y pacientes, acostumbradas a viajar en el furgón de cola de las prioridades de Xulio Ferreiro. Quien los conoce sabe que no les gusta ni el alboroto ni la algarada. Están aguantando con estoicismo que ahora nadie en las plantas nobles de María Pita mueva un dedo por ellos.
Pero el escarnio es tan escandaloso que el concepto protesta se ha ido sustanciando hacia la movilización. No es para menos. El ocaso del año pasado arrojó un chorro de luz verde esperanza. La Xunta, esa que ahora es acusada de escatimar 2.400 euros tras invertir más de 16 millones en la Fábrica de Tabacos, cerraba 2016 poniendo, billete sobre billete, los 4,2 millones que le correspondían por las cuotas de urbanización. Los afectados pensaron que por vergüenza torera la Marea cumpliría con su parte. Carecen de vergüenza. Se ceban con los inocentes.
Un proceso administrativo que debería liquidarse en un par de meses lleva 17 tirado en los cajones del alcalde. Los mismos 17 que llevan las cien primeras familias aguardando el momento de cruzar el umbral de sus casas. Los mismos 17 que llevan esperando las cien siguientes para que comience la construcción de sus futuros hogares. Detrás de cada uno, un drama. El lastre que supone seguir pagando sus hipotecas mientras abonan alquileres, residen con familiares o se buscan la vida con tal de no renunciar a sus sueños.
Mientras, los pregoneros de los servicios sociales son incapaces siquiera de concederle la licencia al Gobierno gallego para que construya cuarenta pisos protegidos. Son cinco millones y medio de euros bloqueados. Otros cuarenta coruñeses en la lista negra sinfín. Damnificados de la pereza, la torpeza y la anemia gestora de un gobierno local que disfruta del sufrimiento ajeno. Masoquismo de pata negra. No se puede vivir así. Vivir na Coruña xa non é tan bonito. Para muchos, cada vez para más, se está convirtiendo en una pesadilla.

Cien familias desesperadas en el Ofimático

Te puede interesar