El terrorismo es otra cosa

si lo que se quiere es avalar y reforzar los argumentos de Puigdemont en su campaña internacional de denigración a España, acúsese a los levantiscos CDR de terrorismo, pero si lo que quiere es desnudar al independentismo y dejarle en los cueros vivos de su charlatanería irresponsable, aplíquese a los ilícitos que sus jóvenes mesnadas puedan cometer la legislación ordinaria vigente, como a cualquiera que los cometiera.
Que el sabotaje, el tumulto, la destrucción del mobiliario urbano, la quema de neumáticos en las autopistas, la intimidación, el vandalismo o el corte de carreteras deben tener su reproche judicial, acompañado de la punición correspondiente, no sólo es razonable, sino necesario en una república ordenada, pero la pretensión de que de ese conjunto de violencias sin muertos ni heridos se deduzca un delito de terrorismo es un disparate, y no tanto por su enormidad, por su exageración, como por la frivolización del propio terrorismo, ese que en España se cobró cientos de vidas y miles de heridos con la locura etarra, o, más recientemente, otra tantas víctimas con el furor genocida del yihadismo.
Si lo que se quiere es convencer al mundo, y a nosotros mismos, de que la resistencia y la respuesta del Estado frente al independentismo golpista es la adecuada, úsese contra él, para desbaratar sus planes de insurrección antidemocrática, la ley, pero toda vez que la cuestión catalana es una cuestión política, úsese la ley sin rabia ni aspavientos y con el máximo de ponderación. Por el contrario, si lo que se quiere es victimizar a la minoría que pretende apoderarse de una parte de la nación, otorgándoles la razón que no tienen con acusaciones extemporáneas, dígase que su sector más energúmeno practica, por forzar peajes de autopistas, romper farolas o insultar a los guardias, el terrorismo.
El terrorismo es otra cosa, como, por desgracia, muy sabemos por haberlo sufrido tanto. El reto, el reto que se debe superar y vencer con tacto y sabiduría, es el de que esas violencias de los CDR, y sus infantiles planes de sabotajes a mercados centrales e instalaciones portuarias, no vayan a más. Si esto es lo que se quiere, no se pronuncie la palabra terrorismo en vano.

El terrorismo es otra cosa

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