Supervivientes

Si de lo que se trata es de sobrevivir, estamos en buenas manos: Sánchez y Iglesias, en efecto, han demostrado ser unos fenómenos en la materia. Sólo falta que la “baraka” que les ha funcionado en lo individual se pueda transfundir al colectivo. Presidente y Vicepresidente han demostrado tener, en la política, siete vidas, pero no se sabe a ciencia cierta cuántas han gastado ya. Se trata, en todo caso, de dos supervivientes de tomo y lomo que han superado, aparentemente sin despeinarse, las innumerables pruebas, añagazas y equivocaciones propias que les dieron en más de una ocasión por amortizados. Nada que ver con ese Rivera que a las primeras de cambio se desfondó, bien que acaso por carecer de fondo alguno.

A Sánchez se le ha visto sobrevivir a golpes palaciegos en su propio partido, a travesías del desierto, a un sinfín de fracasados intentos de formar gobierno y a sus propias limitaciones, por citar sólo algunas de las más sonadas de sus defunciones políticas, y a Pablo Iglesias a su charlatanería, a su populismo anacrónico, a su mansión serrana, a las escisiones y defecciones en sus filas, y a su ego sobredimensionado. Que tales supervivencias sean cosa de admirar o de lamentar depende del criterio y de los valores de cada cual, pero si España apuesta por sobrevivir en éstos tiempos enrevesados, no cabe duda de que el nuevo gobierno de Pedro y Pablo apunta, pese a su apariencia de extrema vulnerabilidad, positivas maneras.

Es cierto que sobrevivir sabe poco a quienes aspiran a vivir, esto es, a la vida plena, pero también lo es que en las actuales circunstancias no es desdeñable la aspiración a un modesto pasar. Si no, que se lo pregunten a los concursantes de “Supervivientes”, colegas en esencia de nuestros nuevos gobernantes. Inasequible o extinguida ya para ellos la vida plena (el éxito y la fama para unos; el poder sin ataduras ni hipotecas para los otros), se agarran a la supervivencia esa como a un clavo ardiendo.

Se dice que a la próxima edición de “Supervivientes” se van a apuntar dos criaturas que, en puridad, ya sólo pueden transitar por los fatigosos senderos de la supervivencia: Cifuentes y Monedero. Sería cuestión de verlos, tirando de pasmo y de compasión, pero de los grandes supervivientes Sánchez y Pablo Iglesias convendría esperar y exigirles otra cosa. Vida, o cuando menos vidilla, para la nación.

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