Petar Madrid

Salvo en los casos de extrema necesidad, es probable que, en adelante, el ciudadano de Madrid o Barcelona se lo piense dos veces antes de coger un taxi: dentro podría ir, conduciéndolo, uno de esos personajes que en éstos días se han dedicado a “petar” Madrid, como ellos dicen. Esto es, a reventarlo con tres o cuatro millones de personas dentro.
A los individuos no se les conoce, si es que alguna vez se llega conocerlos, por lo que dicen, ni por lo que presumen, ni siquiera por lo que reivindican por muy justo que ello en apariencia sea, sino por lo que hacen, y lo que llevan haciendo últimamente los taxistas de Madrid, o esa parte asilvestrada de ellos en que el gremio ha resignado su representación, justificaría de sobra el temor del cliente futuro a compartir el habitáculo del taxi con uno de esos energúmenos que encuentra como la cosa más natural del mundo atormentar a la ciudad que les da de comer.
“Petar Madrid”, tal ha sido la última consigna que ha acabado de emborronar la encomiable determinación de los taxistas en pro de sus reivindicaciones, convirtiendo la resignada comprensión de la ciudadanía en abierta y radical desafección a un sector cuyo servicio ya venía de antiguo dejando bastante que desear. Las acciones desatentadas y furibundas de la huelga del taxi que han colapsado la ciudad, es decir, la vida de sus habitantes, no sólo han perjudicado gravemente a esta de mil maneras, sino que se han añadido a cuantas, más solapadas o “normalizadas” si se quiere, petan Madrid y Barcelona diariamente hasta hacerlas inhabitables: la falta generalizada de educación y de urbanidad, los vehículos de dos ruedas invadiendo las aceras, los constantes cortes de las vías públicas por cualquier chuminada, el siniestro planeo de los “fondos buitre” sobre todo lo que se mueve, la proliferación alucinante de casas de apuestas, la brutal contaminación, el ruido insoportable...
Petar Madrid. Petar una ciudad petada, reventada en todas sus costuras cívicas bajo el disfraz de parque temático para el turismo de mogollón y la vacua charlatanería de su Ayuntamiento. Los taxis, que vienen ser los glóbulos blancos que rulan por sus venas, no pueden, bajo ningún concepto, petar el flujo de la urbe enferma. Pero han podido, y acabe como acabe esto, estas bofetadas a las VTC en la cara de los ciudadanos, éstos, salvo en casos extremos, se lo pensarán dos veces antes de levantar la mano.

 

Petar Madrid

Te puede interesar