Meirás y los 50 camiones

La belleza y la armoniosa disposición de los objetos decorativos del santuario de doña Emilia Pardo Bazán fueron profanadas con siniestros trofeos de caza. Así, el espantable bulto de un pobre toro decapitado debió desplazar un bonito tapiz, y entre los espejos, las estampas románticas y las delicadísimas porcelanas brotaron en las paredes cabezas de ciervos y rebecos de mirada insondable. 

Una vez que Franco tomó posesión del Pazo de Meirás, aparecieron por allí esos y muchos más frutos de su compulsión cinegética y de la taxidermia subsiguiente. Ante la sospecha de que la familia del sátrapa pudiera andar apalabrando la contratación de cincuenta camiones de mudanzas ( ¡50! ) para llevarse del pazo hasta el último calientacamas antes de devolverlo a su legítimo dueño, el pueblo español, una jueza, Marta Canales, ha salido al paso de ese postrer expolio y ha ordenado inventariar, uno a uno, los tesoros que aún contiene la propiedad que en plena Guerra Civil fué “regalada” al autoproclamado Generalísimo de los rebeldes. 

Y hasta que el inventario de ese bien patrimonial de los españoles que goza de la máxima protección no esté concluido, de suerte que se pueda determinar qué puede llevarse (por acreditar que es suyo-suyo) y qué no la dicha familia, patrullas de la Guardia Civil vigilan por si las moscas.

El Pazo de Meirás y cuanto contiene, así en los espacios interiores como en los jardines y bosques que lo completan, ha de ser devuelto a la nación el mes que viene, a menos que los que aún detentan su posesión quieran pasar abiertamente a la condición de “okupas”. 

Muchos pleitos, sinsabores y litigios ha costado la recuperación del pazo que fue palacial refugio de la autora de “Los pazos de Ulloa”, y que la jueza ni nadie quiere encontrarse aquello como Mainat su casa después de que la abandonara la tropa que había acampado allí.

Cincuenta camiones, entre “trailers” y autocapitonés, pueden transportar muchas cosas, desde pilas bautismales del medievo a apóstoles del Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago de Compostela. 

La Meretérica, que diría el gran Chiquito de la Calzada, vigila, la jueza Marta Canales instruye y supervisa, los técnicos y expertos inventarían, y España rescata algo, pero muy simbólico, de cuanto la expropiaron.  

Meirás y los 50 camiones

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