Del Congreso al chabolo

Por más vueltas que se le dé, si no se resuelve pronto el conflicto con el independentismo catalán, las instituciones que sostienen la estructura política de la nación, que ya presentan fisuras, pueden quebrarse: no existe estado democrático que soporte unas imágenes como las del Congreso y el Senado, las de representantes legítimos de la voluntad popular regresando a la cárcel tras firmar sus actas, y salga ileso.

No hay demócrata que no sienta una profunda tristeza al asistir a este suceso, pues el encarcelamiento de los cabecillas del movimiento independentista simboliza el de la masa social que ha resignado su representación en ellos. La circunstancia de que todos sepamos qué es lo que nos ha traído hasta aquí, el intento de secesión por las bravas y todos sus malhadados anexos, no evita esa tristeza que, de no remediarse, puede cronificarse y cursar en depresión.

La solución dada a la ceremonia de recogida de las actas de diputados y senador ha servido para salir del paso, pero no es una solución. Antes al contrario, el hecho de que esos parlamentarios fueran conducidos, vigilados, al Congreso, para regresar al poco al chabolo, señala una de esas fisuras en la arquitectura institucional, la debida al forcejeo entre la Justicia y la conveniencia política, entre el poder que les juzga y el que les otorga el reconocimiento de su legal representación.

La necesidad de resolver esa desarmoníaque distorsiona hasta extremos delirantes la vida política colisiona con la sospecha o con la certidumbre de que ni a un lado ni al otro del problema hay políticos con categoría y voluntad para resolverlo. Produce escalofríos que los líderes de la facción neocarlista sean personajes del corte de los Jordis o de Puigdemont, como también los produce que los Casado y Rivera supongan que el artículo 155 de la Constitución es el bálsamo de Fierabrás, o que Sánchez pudiera apoyarse en los votos de Rufián.

Con políticos de salir del paso no es probable llegar a una solución de la que nos separa no un paso, sino muchos, pero que, sin embargo, hay que dar cuanto antes. Los españoles no merecen esa tristeza de ver diputados chapados en el furgón policial, ni, desde luego, radicalmente desleales a la nación a la que, les guste o no, deben su acta.

Del Congreso al chabolo

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