El contencioso de Carles Puigdemont

Hay cosas que cuanta más explicación tienen, más inexplicables son. Es el caso del contencioso en torno a la legalidad o no de la candidatura de Puigdemont, Ponsatí y Comín para las elecciones europeas: cuántas más explicaciones dan los diversos tribunales, juntas, salas, secciones y fiscales sobre el particular, más se adensa el misterio, pues de tal cúmulo de explicaciones no se desprende resolución ninguna.

En realidad, la única explicación que hay es que el Estado no sabe qué hacer con la candidatura de los huidos. El corazón y la cabeza de la maquinaria jurídico-legal entran violentamente en colisión como, a menudo, el corazón y la cabeza de los enamorados. ¿Se les deja o no se les deja presentarse a las elecciones estando, como están, fugados de la Justicia y acusados de gravísimos delitos? La Junta Electoral Central, en el papel del corazón o de la cabeza, no estoy seguro, dijo que nones, pero la Fiscalía, en el otro papel, replicó que sí, que sí pueden, por lo que el asunto pasó a los tribunales ordinarios de lo contencioso, los cuales le pasaron el marrón al Tribunal Supremo, cuya Sección Cuarta decidió el domingo hacer lo mismo, esto es, devolvérselo a los dichos tribunales menores.

Semejante embrollo, cuyo origen es la contradicción entre el respeto al derecho básico de presentarse uno en cualesquiera elecciones a condición de estar censado, y el yuyu que da que el impresentado (a la Justicia) e impresentable Puigdemont pueda presentarse, no está exento, de explicaciones, pero estas son, por tender a marear la perdiz más que otra cosa, las que terminan de liarlo. Ahora bien; el colmo del follón lo ha firmado el Supremo, cuando al devolverle la patata caliente a los tribunales del contencioso les marca, transmutándose un poco en Tribunal Constitucional, que “no concurre causa de ineligibilidad”. ¡Acabáramos! Pues eso, acabemos, que se presente en su lista de Lliures per Europa y que la batalla política contra el independentismo catalán, contra el intento de sustraer a España una parte de su territorio, se dé donde se tiene que dar, una parte en el proceso judicial contra los desafueros de su asonada, y otra, la más transcendente, en el ámbito de la política. En este terreno, donde el secesionismo catalán obtuvo el 38% de los votos en las generales, va perdiendo, lo diga el corazón o la cabeza.

El contencioso de Carles Puigdemont

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