Lisboa

Cuando se publique esto en el periódico, estaré en Lisboa. Dice Pessoa en su libro “Lisboa lo que el turista debe ver” que la ciudad es “una vasta, irregular y multicolorida aglomeración de casas”.
La recuerdo más regular que Oporto, una ciudad en la cual el que no se ha perdido es que no fue nunca, sobre todo si es hombre –ya se sabe nuestra manía de no preguntar–.
Conocida como la ciudad blanca o como la ciudad de las siete colinas, en eso coincide con Roma, la conforman cuestas por doquier y un mar-río que es el Tajo.
Escribo esto antes de viajar con el recuerdo de la última tristeza del fado que escuché allí, un sitio para turistas que parecía una postal comprada en una tienda de viejo.  Viajar es encontrar una música distinta. El aire que parece el mismo, porque algo comparte, transmite el sonido de forma diferente; el idioma también contribuye.
“Hay en invierno por las calles, un olor humeante de castañas” y arriba de todo “una voz, un tono y la sintaxis” (Cardoso Pires). Vamos a ver cómo suena esta vez Lisboa, esa “nostalgia adormecida”.

Lisboa

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