TEMPORALES

Vuelan los papeles. Los que sacude el viento sin piedad y los del sumario de la operación “Pokémon”. Este rosario de temporales azota sin tregua mientras seguimos incapaces de parpadear ante el espectáculo. Hace aflorar las humedades y flamear los carteles como velas de barco, amenazando con romperse y golpear a alguien en la caída. Porque, tarde o temprano, siempre hay víctimas. A algunas las marcamos con esa autoridad que da no estar en el punto de mira. Animados por la desconfianza y las decepciones acumuladas. Somos jurados implacables que no creemos más que en lo que vemos. Imposible cuando hay cargos públicos de por medio. Que nos han caído muchos chaparrones como para no distinguir las nubes negras.
Se desmorona por tramos la balaustrada del paseo marítimo, piezas de dominó empujadas por los dedos de “Petra” y sus compinches. Un toque y todo se va al traste. Nada resiste a la naturaleza enfurecida. Poco al empeño de una jueza tenaz. El equilibrio en la cuerda de la legalidad es precario. El más mínimo descuido y alguno puede encontrarse de cabeza al vacío y sin red. Se oiría entonces más de un aplauso entre los espectadores. Una ráfaga levanta las tapas de los contenedores y las miserias quedan al aire. Restos que se descomponen en bolsas de plástico y promesas a media voz de profesionales del chanchullo. Que unas veces dicen sin decir y otras llaman a la corrupción por su nombre.
Nos aferramos al paraguas como los políticos imputados a su presunción de inocencia intentando atravesar la ciclogénesis y salir de una pieza. Pero las varillas se nos doblan y el cadáver irreconocible acaba abandonado en una papelera. La idea del buen samaritano pidiendo para otro nos suena a intento desesperado y a broma pesada. Conflicto ético cuando el que busca el favor es un ciudadano de a pie, delito y vergüenza si el que quiere el enchufe se aprovecha de su poder para conseguirlo. Que no traten de confundirnos, que no estamos para chistes, con la que está cayendo.
Miramos suplicantes la previsión meteorológica, como si nuestras plegarias tuviesen la capacidad de hacer descarrilar este tren de borrascas con parada en A Coruña. En los partidos los murmullos de oración son por la parte del sumario que sigue bajo secreto. Si el vendaval que rozaba de pasada ha revuelto la casa, el huracán que está por formarse en el salón puede acabar con los cimientos. Igual que el mar se lleva lo que le hemos ganado con trampas.

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