El legado del Tibu

Dice un amigo que no son el dinero ni el amor los que mueven el mundo, sino el orgullo. No hay frase más motivante que aquella que empieza con “a que no eres capaz de ...”. Por ella se cometen todo tipo de barbaridades y de vez en cuando alguna que ayuda a que la sociedad avance.
Somos así. De estímulos directos; nada de sutilezas. Nos enseñan el trapo rojo y entramos de cabeza. Y lo mismo un día en el campo se convierte en un ascenso contrarreloj a una loma –operación de rescate de la Guardia Civil incluida cuando algún valiente se pierde por el camino– que una noche de fiesta acaba en competición de chupitos y amenaza de coma etílico. Porque la superación personal nos satisface, pero mucho más el poder demostrar que tenemos razón. Y que si decimos que lo hacemos, es que lo hacemos.
De ahí que no nos extrañe el fenómeno del legado del Tibu. Un reto más molesto que difícil, que nos ridiculiza lo justo y nos da la oportunidad de implicar a otros. Un éxito de puro simple. Y estamos perdiendo la oportunidad de sacarle rendimiento. No necesariamente económico –aunque imagino a algún publicista pensando en patrocinar a los participantes–; sino más bien como medio para lograr objetivos.
Podemos nominar al vecino de abajo: un chapuzón o deja de cantar a voz en grito todo el día. Muy mala suerte sería que el hombre fuese de los de baño diario en la playa. O aprovechar el tirón para presionar a ese casero remolón; en el mejor de los casos nos arregla la persiana que se atasca y en el peor, nos damos el gusto de verle empapado. A partir de ahí, el límite está en nuestra imaginación. Si concejales y alcaldes varios ya se han prestado a mantener el legado con la prenda de la mariscada, igual podemos subir la apuesta y confiar en que piquen y no precisamente saltando al agua.
Claro que al perder su sentido lúdico corremos el riesgo de que la cadena se quede sin seguidores. Que aquí lo que nos gusta es la diversión sin interferencias. Si estamos de juerga, estamos de juerga; cada cosa a su tiempo y nada de mezclar. Para las cuestiones serias hay que ir un poco más arriba en el mapa.

El legado del Tibu

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