Infelices

Los gallegos no son felices. Lo dicen ellos y lo recoge un estudio que los sitúa entre los menos satisfechos de España, solo por detrás de los catalanes. A los habitantes de la esquina del mapa el panorama les resulta tan gris como el cielo que ven día sí día también cuando levantan la persiana. Quizá esa melancolía sea, como en Finlandia, una consecuencia del clima. Ese llanto inconsolable que es la lluvia acaba por meterse en los huesos y anegar el ánimo. Erosiona las voluntades y deja al descubierto una sensibilidad que parece más acusada cuanto más se sacan los paraguas.
Quizá sea también el tiempo el que anima a la reflexión. Las tardes oscuras invitan a tertulias de café que caliente el cuerpo. En estas citas el repaso a la actualidad es obligado y la indignación deriva inevitablemente en el desánimo. Analizar lo que hay alrededor es sumar motivos para la depresión. Preocupan la sanidad, la educación, la vivienda… y el drama del paro que eclipsa todo lo demás. Imposible hablar de la situación de los que tenemos cerca –o de nuestras propias circunstancias– y que no se nos frunza el ceño. Las huellas moradas bajo los ojos ya son marca de la casa; regalo de las noches en vela sin encontrar una solución.
Los gallegos son infelices. Están irritados, cuentan, y cargan con el peso de una incertidumbre con la que no saben ni quieren convivir. Demasiados condicionales en lugar de futuros. El “depende” solo tiene gracia en los chistes –y a veces ni eso–. Para la vida real prefieren las certezas. Incluso la confirmación de una desgracia es mejor que la duda.
Galicia está triste y lo dice sin complejos. Lo reconoce ante el grupo farmacéutico que impulsa un informe que tiene aire de estudio de mercado. Hay que tener claro dónde están los potenciales clientes. Al parecer, repartido por el noroeste nacional hay todo un mundo de personas a las que, en las circunstancias adecuadas, podrían colocarles una sonrisa artificial, de esas que afloran cuando empiezan a hacer efecto las pastillas. Todo apunta a que es más práctico confiar en la química que ponerle velas a algún santo para que cambie el clima.

Infelices

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