El fanatismo mata

Los terribles atentados que Paris sufría en la noche del viernes de la semana pasada nos enfrentan a la sinrazón del terrorismo y a la barbarie de la que, en lamentables ocasiones, el ser humano es capaz. Los atentados yihadistas nos enfrentan a la dramática sensación de inseguridad que vivimos ante la mente enferma de quien decide morir matando. En primer plano lo que tenemos es un número insoportable de vidas destrozadas por el fanatismo de quien quiere imponer su forma de pensar por la vía de las armas. 
Y ante la amenaza que supone el terror y la sinrazón solo cabe la unidad de todos los demócratas. En ese sentido, hemos visto cómo la clase política de Francia reaccionaba de forma adecuada, casi unánime, sin fisuras, respaldando al Gobierno y mostrando una defensa férrea de los principios democráticos, que son los únicos que garantizan la convivencia pacífica.  
Ya nos gustaría a los españoles que nuestra clase política tuviese ese sentido de Estado que ha imperado en Francia en esta semana y que fuésemos capaces de tener la altura de miras suficiente para entender que determinadas cuestiones deben quedar fuera del debate político. Y ya nos gustaría que todos los partidos que aspiran a representar a los españoles en las Cortes Generales tras las elecciones del 20-D, quisieran sumarse a un pacto antiyihadista impulsado por el PSOE y el PP. 
Es evidente que la comunidad internacional y de un modo especial la Unión Europea deben hacer frente común ante la amenaza que supone el Estado Islámico, con nuevas formas de terrorismo que nos hace especialmente vulnerables, porque la seguridad total no existe y mucho menos en sociedades democráticas avanzadas como son las occidentales. 
El Estado Islámico es una amenaza para nuestras democracias y como tal debe ser atacado. Desde la unidad y entendiendo que no cabe ningún tipo de justificación, ni explicación alguna para atentados como estos. La fuerza de la ley y la actuación contundente de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado deben servir para proteger las libertades y la democracia, sin que quede espacio alguno de impunidad para el fanatismo que no respeta ni la vida ni los derechos y libertades de las personas.

El fanatismo mata

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