Hamlet, de compromisario

tampoco es necesario que el compromisario del PP acuda con una calavera al congreso, porque eso daría mal fario, pero todos los animales democráticos, a la hora de votar, tenemos nuestras dudas. Razonables, sentimentales, viscerales y pragmáticas.
Razonables: no se trata solo de elegir al presidente/a del PP, sino de apoyar a la persona que tenga más posibilidades para enfrentarse y vencer a Pedro Sánchez y a Albert Rivera. No es exactamente lo mismo presidir un partido que ser candidato al gobierno de la nación. Que se lo pregunten al mismo Pedro Sánchez, que ha ido de derrota en derrota hasta la moción de censura final.
Sentimentales: la edad del compromisario, sus simpatías, la relación que haya podido tener con la persona aspirante, el sexo, las potenciales afinidades de formación, currículo, autonomía, etcétera, forman una panoplia de factores, que nos condicional a la hora de votar.
Viscerales: eso es muy difícil de explicar, porque son rechazos que nacen del intestino delgado y demás órganos endocrinos. Ni el austriaco –Freud, claro– pudo estudiar hasta dónde nos puede llevar la suspicacia del agraviado, la envidia o el resentimiento. Es más, hay un alto porcentaje de votantes que disfruta mucho más votando “en contra de....” que “a favor de...”.
Pragmáticos: que podrían resumirse en “¿Qué hay de lo mío?”. Es decir, si sale Menganito o si sale Fulanita, en qué medida el compromisario volverá a repetir en buen lugar en las listas municipales o autonómicas, o qué posibilidades tendrá de que Fulanita o Menganito le promocione, o, lo que sería lo mismo, promocione a un amigo íntimo del compromisario, que esto es como las cerezas, y tiras de una y se arraciman unas cuantas más. Puede que este último no sea un factor excesivamente lírico o idealista, pero tengan en cuenta que la mayoría de los negocios, de las bodas, de la elección de una carrera y hasta de la residencia en un lugar, está supeditado a estas cuestiones pragmáticas.
La decisión no es sublime, pero es trascendente. Se trata de acertar con lo mejor para el partido o atravesar el desierto durante cinco años, con pocas cantimploras.

Hamlet, de compromisario

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