Capacidad de destrucción

Me aburre contemplar o escuchar las tertulias de televisión y de radio. Me aburren incluso cuando participo en ellas. Miento. Entonces siento la molesta incomodidad de comprobar las iteraciones, tanto propias como ajenas. Sin embargo, alguna vez salta la perla. Ayer, escuchaba a Salvador Sostres comentar la capacidad de destrucción de Convergencia Democrática y en su entusiasmo generalizó y aludió a la capacidad destructiva que tienen los partidos. Y, entonces, como un paréntesis oral, escuché la voz de Nicolás Redondo, afinar o puntualizar, diciendo “las sociedades”.
A las sociedades nos viene bien exculparnos en los políticos, pero somos nosotros quienes los elegimos. Si Trump llega a la presidencia de EEUU y comienza a poner en marcha la décima parte de las tonterías que ha anunciado, se iniciará una destrucción cuya culpabilidad no residirá solo en Trump, sino en los que lo han elegido. Las sociedades no son responsables cuando viven bajo una dictadura, y, por eso, a los cubanos nunca les he reprochado ninguna culpabilidad, pero los venezolanos, que caminan hacia la dictadura con una importante colaboración, sí que son responsables de que uno de los países más ricos en recursos naturales esté arruinado.
Los políticos tienen un extraordinario poder para destruir las sociedades que les han elegido, pero esos poderes se los hemos concedido nosotros. Veremos qué sucede en EEUU, pero allí no votan ni rusos, ni sirios, ni afganos. Y aquí, en España, no votan marroquíes ni hindúes, que no tengan derecho a ello. Podemos echar balones fuera, pero los cristales que se rompan los pagaremos a escote.

Capacidad de destrucción

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